-¿Qué es lo que más te gusta en esta vida?
- Comer.
-¿Y después?
- ¿Después?...¡Cenar!
MI PESO ACTUAL ya no lo calculo en kilos sino en toneladas. He alcanzado la bonita cifra de 0,104 toneladas métricas. Teniendo en cuenta que mido 1´73 de estatura ya se pueden imaginar el Índice de Masa Corporal que poseo. Así no puedo seguir.
La culpa no es mía, lo juro. La culpa la tienen mis amigos. No sé cómo me las arreglo pero, salvo algún que otro espécimen raro, las gentes con la que alterno son de esos amigos que dan sed. Les contaré nuestras fechorías de los últimos cuatro días: el miércoles día uno, fiesta del trabajo -de inmediata desaparición-, catorce valientes comimos en mi casa de La Alberca. Bueno, comimos, merendamos y cenamos. Al día siguiente, siete desaprensivos nos desplazamos a Cabo Palos, al Mosqui, más madera. Ayer, once piratas nos pusimos rumbo a las playas de Águilas y volvimos a pecar contra ese pecado capital que proporciona tanto placer.
Estoy a punto de tirar la toalla y resignarme a ser un gordo de por vida. He estudiado a fondo mi caso y he llegado a la conclusión de que no es la comida lo que realmente me atrae -y menos la bebida-, lo que me gusta es la charleta, el buen rato que pasamos los amigos en la barra de un bar o alrededor de una mesa. De ahí que me resulte tan difícil privarme. Los primeros gramos que se pierden cuando te pones a régimen son gramos de buen humor y yo gozo de un humor excelente.
Estoy perdido.
- Comer.
-¿Y después?
- ¿Después?...¡Cenar!
MI PESO ACTUAL ya no lo calculo en kilos sino en toneladas. He alcanzado la bonita cifra de 0,104 toneladas métricas. Teniendo en cuenta que mido 1´73 de estatura ya se pueden imaginar el Índice de Masa Corporal que poseo. Así no puedo seguir.
La culpa no es mía, lo juro. La culpa la tienen mis amigos. No sé cómo me las arreglo pero, salvo algún que otro espécimen raro, las gentes con la que alterno son de esos amigos que dan sed. Les contaré nuestras fechorías de los últimos cuatro días: el miércoles día uno, fiesta del trabajo -de inmediata desaparición-, catorce valientes comimos en mi casa de La Alberca. Bueno, comimos, merendamos y cenamos. Al día siguiente, siete desaprensivos nos desplazamos a Cabo Palos, al Mosqui, más madera. Ayer, once piratas nos pusimos rumbo a las playas de Águilas y volvimos a pecar contra ese pecado capital que proporciona tanto placer.
Estoy a punto de tirar la toalla y resignarme a ser un gordo de por vida. He estudiado a fondo mi caso y he llegado a la conclusión de que no es la comida lo que realmente me atrae -y menos la bebida-, lo que me gusta es la charleta, el buen rato que pasamos los amigos en la barra de un bar o alrededor de una mesa. De ahí que me resulte tan difícil privarme. Los primeros gramos que se pierden cuando te pones a régimen son gramos de buen humor y yo gozo de un humor excelente.
Estoy perdido.
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