jueves, 3 de mayo de 2012

DOBLE A

¡Ay, quién me devolverá los bellos días
de aquellos tiempos felices!
SCHUBERT  D. 226 (GOETHE)


                                                                       A Antonio López Alascio

Doble A es el nombre de una tienda de discos situada en el centro de Murcia especializada en música clásica y jazz. Es uno de esos locales entrañables que han de competir con los grandes almacenes y lo hacen de la única manera posible, con el talento de su dueño.



Recuerdo una mañana en El Corte Inglés a una pareja tratando de localizar un disco. Se les acercó la dependienta y les preguntó qué buscaban. Dijeron que Des Knaben Wunderhorn  y la respuesta de la joven fue inmediata: busquen en la “de”. Para ella eso tan raro que le habían pedido ni era un ciclo de lieder, ni Mahler tenía nada que ver con semejante título. Esas cosas no te podían ocurrir en Doble A. Antonio, su propietario, es una enciclopedia musical con un gusto exquisito para todo lo relacionado con el arte.

La mala noticia es que Antonio ha decidido cerrar ya para siempre nuestro santuario discográfico. Un santuario que más que una tienda era una rebotica donde unos cuantos amigos nos reuníamos a charlar de música, a discutir de fútbol y sobre todo a pasar unos ratos deliciosos con el fino humor de Antonio. Allí disfrutaba de la compañía de mi hermano Miguel, Bernardo, Ángel Paniagua, Manolo Díaz, Rafa P. Mengual, José María L. Alascio, los hermanos Carlos y José Mariano G. Vidal, Juan Soro, Pepe el fotógrafo, Jorge Novella, Eduardo Melendreras, Fernando P.Cárceles …   

Cuando desaparecen esos lugares que formaron parte de nuestra historia más feliz sentimos que nos alteran nuestra geografía sentimental. Son cines, bares o tiendas donde hemos vivido momentos que han quedado para siempre en nuestra memoria porque en ellos hemos sido completamente felices.  El cierre del cine Coy o el del Cinema Iniesta. La desaparición del café Santos o de la Pista Municipal de baloncesto fueron golpes de los que aún no me he repuesto. Me temo que de este cierre no me recuperaré por muchos años que viva.  Allí compré mi primer CD: el Requiem de Mozart de Bernstein. 



Mi amigo Mariano ha salvado del naufragio el rótulo que presidía la fachada de la tienda y lo ha colgado en mi casa de La Alberca. Allí, debajo del cartel,  pienso reunir a esos amigos melófagos como si de una Schubertiada se tratase. Recordaremos los buenos ratos pasados en ese santuario y de paso le hincaremos el diente a una opípara comida que serviré como merecido homenaje a nuestro amigo Antonio.







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