Alberto y Alicia dejaron a sus dos niños al cuidado de una joven canguro y marcharon al cine. “Asesinato en el Orient Express”. A mitad de la película se interrumpió la proyección y apareció en la pantalla un cartelito: “Alberto Medina pase por contaduría”.
Superado el impacto inicial, lo primero que pensó Alberto es qué sería aquello de la contaduría, dónde estaría la contaduría de los cines. Alicia sólo pensaba en los niños.
- ¿Eres Alberto Medina? Vete a tu casa, ha ocurrido una desgracia.
En ese momento Alberto y Alicia ya pensaban en lo mismo, en los niños y la joven canguro. Preguntaban atropelladamente, pero no obtenían respuestas claras. Sólo atinaban a decirles que se trataba de un trágico accidente, pero nada más.
Inconscientemente empezaron a pensar en sus padres y en sus hermanos. En su angustia, deseaban oír cuanto antes el nombre del desdichado, de modo que sus hijos quedaran a salvo en el drama que se había producido. Fuese quien fuese, tenían que descartar la tragedia suprema de perder un hijo.
Alberto, era delegado de una importante empresa de construcción. Uno de sus obreros había muerto esa tarde en un accidente laboral. Su secretaria pensó que diciéndole al gerente del cine que se trataba de un hermano de Alberto interrumpirían la película. Como así fue.
Era un muchacho joven, demasiado joven. Junto a su cadáver, una pobre madre no tenía consuelo.
En otro lugar, a poca distancia, Alberto y Alicia besaban a sus hijos.