viernes, 5 de abril de 2013

¿QUIÉN DIJO MIEDO?

DESPUÉS DE 38 años he vuelto a subir a un avión, exactamente a cuatro aviones. Valencia-Zurich; Zurich-Budapest; Budapest-Zurich; Zurich-Valencia. Un héroe.

Hace un año que por mi miedo a volar me quedé en tierra y me perdí un maravilloso viaje -ya pagado- a Praga. Lo mío con los aviones viene de lejos. He tenido tiempo para estudiar mi caso, 38 años, y estoy convencido que mi canguelo no es fruto de la claustrofobia, ni la acrofobia, ni ninguna otra fobia que yo haya estudiado. Mi miedo al transporte vía celeste lo relaciono con la sensación de impotencia que tendría ante una posible contrariedad más o menos seria. Mi vida en manos de un piloto que vaya usted a saber si no tiene en ese momento más miedo que yo y esperar a que acierte con el diagnóstico y el tratamiento. Con los barcos me ocurre algo parecido y por eso jamás he hecho un crucero ni lo haré.

El coche es otra cosa, lo manejo yo. Cierto que dependemos también de la pericia y la prudencia de otros conductores pero en cualquier caso ahí estoy yo para reducir, acelerar, derrapar ...
Con los trenes otro tanto, en caso de accidente tal vez pueda salir reptando por una ventanilla o incluso tirarme en marcha como en las películas del oeste. 

El caso es que  he comprendido que tenia que superar ese miedo a los pájaros de hierro una vez que ya somos dos los jubilados. El miedo sigue ahí y no me lo voy a quitar de encima cuando tenga una gira por países lejanos. Estudiaré aeronáutica y en caso de descenso acelerado iré junto al piloto y le daré las instrucciones precisas.





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