Mon oncle, es una deliciosa película de Jacques Tati. Cuando la vi por primera vez, siendo todavía un crío, pensé que yo también tenía la suerte de disfrutar, como el niño de la película, de un tío al que adoraba: mi tío Félix.
Mi tío vive desde siempre en Barcelona. Ya ha alcanzado una edad importante y sigue luciendo el aspecto de gentleman que siempre ha tenido. Hombre culto, inteligente y con unos modales que para él los quisiera el mismísimo Príncipe de Gales.
Abogado y Redactor jefe del Diario de Barcelona, el diario más antiguo del continente europeo. Allí donde Azorín escribiera sus crónicas parlamentarias, mi tío Félix publicaría años después unos espléndidos y premiados artículos que firmaba como Chaflán.
Hace unos días tuve la feliz idea –sí hermanos, sí, la idea fue mía- que, tras varios años sin verlo, ya iba siendo hora de darle un abrazo y disfrutar nuevamente de su compañía. Dicho y hecho. Nos fuimos a Barcelona los cinco hermanos en un viaje relámpago con el único fin de pasar con nuestro tío una tarde inolvidable.
Resucitamos mil y un recuerdos de nuestros años jóvenes -los paraísos perdidos-, de cuando venía a Murcia al volante de su Dauphine gris y era como un regalo del cielo. Siempre tan cariñoso, tan cercano y tan generoso. Recordamos que con él en casa nuestros bolsillos se llenaban y nos permitíamos el lujo de ir al cine tres días seguidos. De cómo se desprendía de la ropa que llevaba regalándosela al primero de nosotros que reparaba en su bonita corbata o en sus elegantes zapatos.
Nos contó de su hermana -nuestra madre- y de nuestro padre como solo él puede hacerlo - Nuevamente, / eran mis padres jóvenes. Jugaban / conmigo mis hermanos- y pasamos la tarde conversando de cosas que solo podemos ya hablarlas con él. En fin, nos hipnotizó una vez más.
Aquí les dejo un brevísimo vídeo que da testimonio de esa visita y de que no he pecado de exagerado al describir a mon oncle.
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