La melancolía que se adivina detrás de Ese viejo estafador ha inducido a algunos buenos amigos a pensar que el cierre del Thornton Club se debe a causas más o menos preocupantes. Nada que ver con la realidad. Ni siquiera es fruto de ningún arrebato propio de mis pocos años –mentales- simplemente se debe a ese régimen de adelgazamiento bloguero que me propuse hace un año.
Mi problema no es otro que el de tener este invento de los blog inyectado en vena. Me paso horas y horas con el ordenador disfrutando como un enano. Me gusta tanto escribir las entradas y me gusta tanto leeros que tengo dedicación plena con las malditas ondas hertzianas.
He intentado en más de una ocasión encontrar el equilibrio de que otros disfrutáis pero no soy capaz. He de hacerlo de la misma forma que manejo mis regímenes de adelgazamiento: temporadas en que me convierto en el Señor Apetito y devoro todo lo que me place y temporadas de boca cerrada en las que comparto mesa y mantel con Carpanta. Tres meses abierto y tres meses cerrado.
Me reclaman otros amigos. Tengo medio enfadados a Billy Wilder, a Puccini y a mi biblioteca virgen, que está cada vez más gruesa y con irrefrenables ganas de perder su virginidad. Este es el motivo, y no otro, del cierre temporal del club.
Hasta la anteprimavera.