miércoles, 5 de febrero de 2014

TODOS ESCRITORES

CUENTAN QUE A JORGE GUILLÉN  le daba mucha vergüenza que le llamasen poeta. Cuando le llamaban así, él contestaba con humildad: ¿Poeta yo, como Virgilio?

Jorge Guillén debía de ser un tímido. Ahora a nadie nos azara que nos llamen escritores -"Esta tonta palabra"-. Todo el mundo escribe. Poco, mucho, en un blog, en facebook... Y no nos conformamos con escribir, además publicamos. Con dos cojones.

En Madrid, decía Eugenio D'Ors, a las ocho de la tarde das una conferencia o te la dan. Pues aquí en mi ciudad a las ocho de la tarde presentas un libro o te lo presentan.

Este afán, no ya por escribir, sino por presentar lo escrito a unos cuantos conocidos justo el día que juega el Barça o que suena Mozart en el auditorio, empieza a ser una pesadez. O renuncias a disfrutar del concierto para clarinete K. 622 o te ponen falta.


¿Has leído mi libro?
-Sí, sí, por supuesto.

Quién le dice a esta criatura que su libro ha de esperar a que acabe con Aristófanes, Valerio Flaco, Diodoro de Sicilia y todos esos cientos -sí, doscientos veinte- clásicos que la Editorial Gredos metió en mi casa. Quien le dice, sin que se ofenda, que aún no he leído nada de Gao Xingjian ni de Seamus Heaney, que aún tengo cuentos de Thomas Mann esperándome en mi biblioteca virgen y que su libro tendrá que esperar su turno... si le llega.







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