SÍ, MUCHO. ¿Que por qué me gusta? Podría decirles que por
su exuberancia armónica; por rescatar la tragedia griega; por la
dimensión poética de toda su obra; por la recuperación del mito... les
mentiría. Creo que, simplemente, me gusta su música porque la he oído. Porque la he oído y ya sé de su grandeza.
Leo frecuentemente libros de música y de músicos y formo parte de un grupo wagneriano muy interesante -por la categoría de los otros miembros- y siempre llego a la misma conclusión: en materia de música, todo está dentro de la música misma. Como queramos explicarla estaremos perdiendo el tiempo. A la música no puedes llegar a través de palabras o conceptos. A veces, hablamos -y escribimos- mucho sobre música y escuchamos poca música.
La pregunta, más bien, debería ser: ¿Por qué no le gusta a usted la música de Wagner? Probablemente la respuesta sería muy parecida: porque no la he escuchado. Decía aquél apócrifo de Machado: me parece un autor tan insignificante que ni siquiera lo he leído. Algo así pasa con los detractores de Wagner, que no lo han oído.
Aquél que no haya escuchado el dúo del segundo acto de Tristán e Isolda, no conoce la más intensa y expresiva escena de amor que se haya escrito jamás. Y aquél que ya no pueda gozar del privilegio de escucharla por primera vez, aquél, nunca más dirá que no le gusta Wagner.
Aquél que haya sido testigo del despertar de Brünnhilde o que ya sepa del Encantamiento del Viernes Santo, ese, no volverá a negar al maestro.
Aquél que -como mis vecinos- haya escuchado La Tetralogía, nunca más podrá definir una ópera como lo hacía Bernard Shaw:
- Una ópera es la historia de una soprano y un tenor que quieren amarse, y de un barítono que quiere impedirlo.
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Leo frecuentemente libros de música y de músicos y formo parte de un grupo wagneriano muy interesante -por la categoría de los otros miembros- y siempre llego a la misma conclusión: en materia de música, todo está dentro de la música misma. Como queramos explicarla estaremos perdiendo el tiempo. A la música no puedes llegar a través de palabras o conceptos. A veces, hablamos -y escribimos- mucho sobre música y escuchamos poca música.
La pregunta, más bien, debería ser: ¿Por qué no le gusta a usted la música de Wagner? Probablemente la respuesta sería muy parecida: porque no la he escuchado. Decía aquél apócrifo de Machado: me parece un autor tan insignificante que ni siquiera lo he leído. Algo así pasa con los detractores de Wagner, que no lo han oído.
Aquél que no haya escuchado el dúo del segundo acto de Tristán e Isolda, no conoce la más intensa y expresiva escena de amor que se haya escrito jamás. Y aquél que ya no pueda gozar del privilegio de escucharla por primera vez, aquél, nunca más dirá que no le gusta Wagner.
Aquél que haya sido testigo del despertar de Brünnhilde o que ya sepa del Encantamiento del Viernes Santo, ese, no volverá a negar al maestro.
Aquél que -como mis vecinos- haya escuchado La Tetralogía, nunca más podrá definir una ópera como lo hacía Bernard Shaw:
- Una ópera es la historia de una soprano y un tenor que quieren amarse, y de un barítono que quiere impedirlo.
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