jueves, 11 de febrero de 2010

CUPIDO

... me ha agitado Amor los sentidos
como en el monte se arroja a los pinos el viento.

Al dios griego Eros, los romanos le dieron el nombre de Cupido que significaba "el deseo".
Ese niño desnudo y alado era un niño travieso que no tenía respeto por la edad ni por la posición social. Con sus alas doradas iba de un sitio a otro disparando sus flechas, apuntando a los corazones de dioses y mortales, causando a veces la felicidad y a veces las amarguras del amor.
Para hacer aún más caprichosas las imprevistas flechas, Venus, la diosa de la belleza, le vendó los ojos.





A Cupido nunca se le consideró un dios lo bastante responsable como para figurar entre los doce gobernantes olímpicos. Tal vez por eso sea mi dios favorito, al que siempre rezo.





En mis tiempos, por estas fechas echaban en TV la película "El día de los enamorados", con un espléndido Tony Leblanc, una jovencita Conchita Velasco y el San Valentín por antonomasia, Jorge Rigaud, con esas miradas dirigidas al cielo en busca de ayuda. Ver juntos esa película, tarareando su musiquilla, era la única concesión que hacíamos mi chica y yo a tan señalada fecha.






Ahora que soy un escritor de éxito y regento un club selecto, quiero hacer una nueva concesión al catorce de febrero: escribir esta entrada que os dedico a todas las víctimas del dios alado.