Ya he confesado en alguna ocasión que durante muchos años el cine para mí -y para mis amigos- era solamente un género y unos actores.
Las películas eran del oeste, de romanos, policiacas, de capa y espada...y los actores y actrices eran los únicos artífices de lo que sucedía en la pantalla. No conocíamos más nombres que los de Gary Cooper, Marlon Brando, Ava Gardner o el de la incomparable Marilyn Monroe.
Nos llevó algún tiempo, demasiado, darnos cuenta que detrás de una película había un director, un guionista, un músico y mucha más gente además de esos actores. Conocimos entonces los nombres de Billy Wilder, John Ford y el de algunos escriores de la Generación Perdida que entre libro y libro vivian de escribir guiones.
Otra grata sorpresa fue el descubrimiento de los actores "secundarios". Nos habían pasado desapercibidos, pero una vez que reparamos en ellos ya no los perdimos de vista. Bastaría contemplar a Barry Fitzgerald conduciendo su carreta junto a Sean Thornton para comprobar lo desafortunado del nombre.
Dicen que con los años nuestra memoria nos gasta una broma y recordamos mejor los acontecimientos lejanos que los recientes. Tal vez por eso, cuando hablamos del cine de nuestra época la conversación se reduce casi exclusivamente a nuestro primer y limitado conocimiento del cine, a nuestras actrices de siempre. Los hay que tuvieron una relación más íntima con Kim Novack, otros con Rita Hayworth, pero en lo que hay unanimidad es que a todos nos gustaba Marilyn, incluido al Presidente Kennedy.
No seré yo el que diga que para estrellas las de antes ni daré la lata con lo del glamur perdido. Solo pretendo recordar aquí en el club a las actrices de entonces, las que nos quitaban el sueño. "La chica de la película".