EL DOMINGO DE LAS
ELECCIONES europeas, en la sobremesa, les dije a los jóvenes de mi familia que
era el momento de que los de su generación se remangaran y nos jubilaran de
verdad a todos los de mi quinta. Mi generación ya había llegado a la meta, a su meta. Ahora eran ellos los que
tendrían que seguir cambiando el país.
No pensaba yo que mis palabras iban a tener tamaña repercusión: Los de Podemos pueden, el Rey se retira, Rubalcaba se acaba... A veces me doy miedo.
Lo cierto es que no vamos bien y la culpa no es de un presidente socialista más o menos listo ni de un presidente conservador con las manos más o menos manchadas de sobres. El problema es que nos hemos hecho mayores y nuestras instituciones también. Hemos pasado casi cuarenta años con el simpático Rey -casi tantos como con el antipático caudillo- y las goteras empiezan a aparecer.
No pensaba yo que mis palabras iban a tener tamaña repercusión: Los de Podemos pueden, el Rey se retira, Rubalcaba se acaba... A veces me doy miedo.
Lo cierto es que no vamos bien y la culpa no es de un presidente socialista más o menos listo ni de un presidente conservador con las manos más o menos manchadas de sobres. El problema es que nos hemos hecho mayores y nuestras instituciones también. Hemos pasado casi cuarenta años con el simpático Rey -casi tantos como con el antipático caudillo- y las goteras empiezan a aparecer.