Como le he cogido el tranquillo a esto de realizar películas creo ser el mismísimo Bergman y cada vez la Thornton- Club-Mayer produce más y más cine.
Últimamente me ha dado por seleccionar mis secuencias favoritas y he observado que en nada tiene que ver mi criterio con el que seguiría un entendido en la materia: director, guionista, crítico y menos aún un cinéfago como nuestro profesor de La escuela de los domingos. Mis preferencias son muy de andar por casa.
Mis secuencias favoritas tienen casi todas un denominador común: la música. Las imágenes con música son mi debilidad. En casa, llegado uno de esos momentos y sea la hora que sea pongo el volumen al máximo sin miramiento alguno hacia mis vecinos. No lo puedo evitar.
Hoy les traigo una secuencia que nos muestra un amor de verano. Uno de esos amores que no llega a ninguna parte pero que nos acompaña ya de por vida.
El vestidito de la chica, su diadema, las sillas de hierro y la mesa de mármol, la mirada de la chica y su boca entreabierta dispuesta a recibir su primer beso, los pantalones acampanados y las tracas del chiquito, el chalet tan mediterráneo...
Todo esto hace que la secuencia me atrape y la tenga entre mis favoritas. Bueno, todo esto y ese pick-up donde gira un disco de los de entonces con la voz de Herve Villard cantando Caprí cèst fini.
... Ese tirante que no enseña nada, esos besos dulces y suaves, casi leves roces, esa música y esa edad, ¡ah, esa edad!, nos llevaba, en las alas de una ternura especial, a los brazos de un erotismo que sabemos disfrutarlo todavía porque lo vivimos con una intensidad irrepetible.
(Antonio Campillo)
...Músicas e imágenes unidos en determinado momentos de nuestra vida , los convierten en” vivencias” privilegiadas que no nos abandonan.
(Nicolás)
...Tan dulce como evocadora de aquellos veranos en el Mar Menor en la orilla nocturna de la playa, con músicas parecidas, de aquellos cines de verano, vestidos de tirantes y el chico que gustaba a todas tocando la guitarra de letras amatorias...
(Cabopá)
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