Era un chiquillo y ya coleccionaba soldados, chapas,
canicas y tebeos. Soy un perfecto coleccionista con todos los defectos de todos
los coleccionistas.
En no pocas ocasiones he presumido –éste es el
principal defecto de todo coleccionista- de mis colecciones de discos, películas o de libros. Casi
todos ustedes saben que en mi casa amaso 28 versiones de Don Giovanni, 32 de La Bohème, 22 de Tristan e Isolda y así hasta varios miles de discos junto a miles
de libros y miles de películas.
Lo que nunca les he confesado es que otra de mis exageradas
aficiones consiste en coleccionar lápices. Lápices normales y corrientes, de
esos que te venden por un euro en las tiendas de los museos o junto al Acueducto de Segovia. Mis amigos, cuando salen de gira regresan acompañados
de algún que otro lapicero para mi colección. Florencia, Berlín, Viena, Lisboa…de
todas tengo un pedazo de madera y grafito en mi escritorio.
Dice mi amigo Mariano Feced que tengo boca de fraile. Les puedo asegurar que me calumnia. No es mi
intención que esta entrada sirva para pedirles que se sumen a esta lista de
donantes y me obsequien por correo (Manrique Cos Tejada. Plano de San
Francisco,14,3º. 30004 Murcia) con un
lápiz de su ciudad o de algún lejano lugar al que tengan planeado escaparse.
Hasta ahí podíamos llegar.