martes, 18 de octubre de 2011

GIANNI SCHICCHI



El gran padre Dante mandó a su infierno a los falsificadores. Los condenó a ir corriendo frenéticamente por el foso, mordiendo a todos los que se encontraban. Entre esos falsificadores aparece en La Divina Comedia  un tal Gianni Schicchi  -Gianni Schicchi, el loco ha sido: / que a los demás, rabioso, va atacando-, personaje histórico que cometió realmente el delito por el cual Dante lo inmortalizó. Su delito consistió  en suplantar a Buoso Donati para robar su herencia. 


(
En mi visita al museo de Orsay me topé con este cuadro de Bouguereau, "Dante y Virgilio en el infierno", en donde Gianni Schicchi muerde al hereje alquimista Capocchio).

Algunos siglos después el no menos grande Giacomo Puccini compuso una ópera sobre este mismo personaje, que tituló así precisamente, Gianni Schicchi. Esta ópera consta solamente de un acto y se representaba junto a otras dos –también de un solo acto-  Il tabarro y Suor Angelica, formando entre las tres lo que se conoce como Il Tricctico.



El libreto  de G. Forzano es una joya: la acción transcurre en el dormitorio de una mansión de Florencia una mañana de otoño del año 1299. El acaudalado Buoso Donati acaba de fallecer y los parientes descubren con estupor que ha testado en favor de unos frailes dejándoles a todos ellos desheredados y llorando desconsoladamente: ¡Quién hubiera dicho jamás, que cuando Buoso fuese al cementerio, le habríamos de llorar de veras!

Incapaces de encontrar una solución que les permita hacerse con el botín recurren a Gianni Schicchi, un abogado fullero con fama de imitador ingenioso y experto en este tipo de asuntos: ¡Es listo! ¡Muy astuto! No hay malicia de leyes y códigos que no conozca bien.

 La estafa está urdida, ocultan al muerto en un armario y Gianni Schicchi suplanta al falso moribundo Donati. Avisan a un notario y el propio Gianni Schicchi rehace el testamento dictándolo desde el supuesto lecho de muerte.

El impostor comienza a redactar el testamento y para sorpresa de todos se va adjudicando él mismo todos los bienes: Dejo la mula, esa que vale trescientos florines y que es la mejor mula de toda la Toscana, a mi devoto amigo…¡Gianni Schicchi!  Quedando así burlados y desheredados los intrigantes parientes.

En esta ópera, hay un aria -o mio babbino caro- que es una pequeña isla dentro de ella.  Es una melodía bellísima que casi todos conocemos. Cada vez que la oigo me acuerdo de la magnífica película de James Ivory, Una habitación con vistas…pero esa es otra historia.