SIEMPRE ME HA INTERESADO saber qué leen los
escritores a los que yo leo. Daría mi último penique por enterarme qué autores actuales le agradan a Manuel Vicent, Marsé, Mendoza, García Montalvo, Marías, Vargas Llosa, Trapiello, Paul
Auster, Martin Amis, Vila Matas, Ian McEwan, Dennis Lehane, Philip Roth…
Todos ellos te cuentan qué
autores han influido en su obra: Faulkner, Conrad, Tolstoi, Dostoyevski,
Proust… pero si les preguntan por autores más o menos cercanos en el tiempo, te dicen que solo releen
a los grandes o te sueltan un par de títulos de sus amiguetes. No hay manera de
compartir lecturas con ellos.
Así que cuando leí a Vila Matas contar que Colum
McCann le habló en Turín de una novela que había regalado ya unas cien veces.
Que cuando regresó a Barcelona se hizo inmediatamente con el libro y lo calificó como Obra maestra ignorada. Cuando leí esto,
decía, me anoté título y autor: Stoner,
John Williams.
Este verano la he rescatado de mi biblioteca virgen
y acabo de terminar su lectura. Como ya he confesado en repetidas ocasiones soy
incapaz de escribir una mediana crítica sobre un libro. Me cuesta, incluso,
saber por qué me gusta. Me aferro entonces a unas palabras que escribió Cabrera
Infante en el prólogo de un libro sobre películas. Venía a decir el cubano que
de una película solo se debe decir si está bien hecha.
Pues bien, Stoner, está bien hecha. Muy bien hecha.
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