Hace ya muchos, muchos años, en el cine Coy, vi la película Escándalo basada en el famoso caso Profumo. John Profumo, ministro de defensa británico, tuvo en los años sesenta una relación sentimental con Christine Keeler, una bailarina de no muy buena reputación, de esas chicas que Baroja llamaba las horizontales.
Tuvo la mala suerte este ministro de defensa de compartir amante con el agregado naval ruso en Londres, con lo que su historia de sexo terminó por ser una historia de espías que liquidó su carrera política. Dimitió el ministro, aguantó el chaparrón de su señora esposa y su relación con Christine sirvió de guión para una buena película.
Desde aquella tarde en el cine Coy no he vuelto a verla pero hay una secuencia que quedó cosida a mi cerebro y ya no la he olvidado: Christine y una compañera de piso se acicalan para salir de copas. Primerísimos planos de las horizontales al ritmo de aquel Apache de los Shadows forman una secuencia que entonces me pareció altamente erótica y vista ahora, con el paso de los años, aún la encuentro más alta.
Les aseguro que esto de presidir algo, lo que sea, no es lo mío. En mi larga carrera de docente a lo máximo que he llegado ha sido a desempeñar el cargo de tutor. Ni Director, ni Jefe de Estudios, ni siquiera Jefe de Departamento: tutor. A la vejez viruelas. Ahora, además de presidir el prestigioso Thornton Club soy el fundador y decano de la no menos prestigiosa Tertulia del Belluga. Se me amontona el trabajo y presento una acumulación excesiva de bronce en sangre.
Esta tertulia nació hace un par de años cuando abandoné para siempre mi centro de cansancio y pasé a mejor vida. Elegimos como centro de operaciones el Café de Roma en la Plaza del Cardenal Belluga. Desde entonces le guardamos fidelidad a esta plaza que, para quienes no la conozcan, les diré que es la plaza más bella de la ciudad.
Nuestra tertulia nada tiene que ver con aquella Academia del Buen Gusto ni con la tertulia de La Fontana de Oro, ni siquiera con la del Café Gijón. En Belluga nos reunimos -los lunes y miércoles- unos cuantos amigos a tomar café y a charlar de cuestiones graves y sesudas. Intercambiamos informaciones vitales sobre el curso de la liga, discutimos si los árbitros ayudan más al Barça que al Madrid. Trapicheamos con películas y libros. Comentamos sobre las últimas entradas de los blogs amigos. Preparamos la siguiente fechoría gastronómica. Despotricamos de los políticos y alguna que otra vez –por la proximidad del café con el ayuntamiento- hasta los abucheamos en vivo y en directo...y, por supuesto, no perdonamos a ninguna mujer guapa que cruce la plaza.
Sabemos de famosas tertulias donde se exigía llegar ya “tosido y llorado”. En la nuestra se puede toser, llorar y hasta hacer pucheros. Mi última propuesta ha sido fijar un día del año –el día de todos los santos- donde aportemos sendas analíticas y comparemos nuestros índices de colesterol, azúcar o el temido PSA y abrir un debate sobre las pastillas que tomamos a diario. La risa a nuestra edad está muy prestigiada y les aseguro que en nuestra tertulia los molares toman el sol generosamente.
A veces te encuentras con algún conocido que anda solitario y un tanto taciturno y al verlo así recuerdas lo que se decía de aquellos autores de principios del XX que se mostraban contrarios a las tertulias y se les tenía por raros: le falta café.