martes, 8 de diciembre de 2009

SERIEDAD




Leí hace algún tiempo que la seriedad es un bribón andante de la especie más peligrosa. Es un truco que se enseñaba y se aprendía con el objeto de adquirir reputación a los ojos del mundo aparentando más conocimientos e inteligencia de los que se tenían.

Hace siglos me aconsejaron que dejase las seriedades y me enseñaron que entre las desventuras ninguna es mayor que la falta de alegría. Nos advirtieron que no dejásemos las cosas serias en manos de los serios y que puestos a elegir un reino, sería aquél en el que la característica de sus súbditos fuera reírse abiertamente. También leí en algún sitio que a Dios le gustan las bromas.


Nunca me gustaron los serios, apenas ríen, pocas veces cantan y jamás te tocan. Sus razones tendrán, pero trato de evitarlos. Me agrada acercarme a la gente alegre, me gusta oír sus carcajadas y sé distinguir entre alegre y feliz. Es un privilegio que los amigos te tomen el pelo, ser el blanco de sus bromas y provocar sus risas.