AL IGUAL que hay una música que oír en fechas determinadas, (recuerden: Parsifal para Viernes Santo; la Tetralogía en agosto; Don Giovanni para noviembre...) las plantas también tienen su calendario, los días donde lucen como no lo vuelven a hacer el resto del año.
Aquí en mi tierra, aparte de los clásicos almendros, cerezos, rosales y naranjos, existen otras plantas más discretas que también hay que mirar. A finales de enero los ejemplares de mimosas -que no acacias- nos regalan sus racimos de flores amarillas con su aroma característico. Le siguen las silenes, esas florecillas color fucsia que inundan los bancales. Después las glicinias con sus flores color lila. A continuación los cercis, los árboles del amor, con sus flores de color rosa, esos que rodean el colegio de Jesús y María.
Estos días toca mirar arrobados a las hortensias. Allá por el norte las hortensias medran con facilidad pero por mi tierra es un milagro cultivarlas. No les gusta el sol ni el calor. Tienes que plantarlas dando a norte, regarlas a diario y mojarles las hojas con agua para engañarlas y crean que es el rocío de Santander. En mi jardín tengo nueve ejemplares que cuido con un mimo propio de un abuelo. Aquí os las presento para compartir el gustazo de mirarlas...y a la espera de las buganvilias.
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Aquí en mi tierra, aparte de los clásicos almendros, cerezos, rosales y naranjos, existen otras plantas más discretas que también hay que mirar. A finales de enero los ejemplares de mimosas -que no acacias- nos regalan sus racimos de flores amarillas con su aroma característico. Le siguen las silenes, esas florecillas color fucsia que inundan los bancales. Después las glicinias con sus flores color lila. A continuación los cercis, los árboles del amor, con sus flores de color rosa, esos que rodean el colegio de Jesús y María.
Estos días toca mirar arrobados a las hortensias. Allá por el norte las hortensias medran con facilidad pero por mi tierra es un milagro cultivarlas. No les gusta el sol ni el calor. Tienes que plantarlas dando a norte, regarlas a diario y mojarles las hojas con agua para engañarlas y crean que es el rocío de Santander. En mi jardín tengo nueve ejemplares que cuido con un mimo propio de un abuelo. Aquí os las presento para compartir el gustazo de mirarlas...y a la espera de las buganvilias.
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Están preciosas, se nota que las cuidas con mucho mimo. En Madrid,tuve un jazminero y una hortensia en la terraza. El jazminero murió una noche helada, la hortensia me la traje y murió una noche de calor. Es bueno tener amigos que nos las muestran, por cierto, ayer en el Gaya, sonó tu nombre varias veces (tienes amigos en todas partes)
ResponderEliminarBesicos
Yo he intentado criarlas varias veces y solo he logrado esquejes raquiticos. Me he decidido por los frutales a los que acabo insertando en mi propia vida, tanto cariño les tomo. Yo tambien oí hablar de ti en el Gaya, pero no me sorprendió. La sombra del leader es alargada. Me ausento unos dias para prestar mi valioso apoyo a la feria del libro de Barcelona. Si no antes, nos veremos el 1. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bonitas, yo tengo varias y también las cuido, las miro y las remiro.
ResponderEliminar¡Son preciosas!
Un abrazo desde mi Librillo.
Generosas, exuberantes, luminosas.
ResponderEliminarMucho en común tiene contigo, querido Profe.
Besitos
A pesar de la bondad de las hortensias con este suelo calizo que tenemos, medran y sus enormes pomos de inflorescencias son espléndidos. Pero, Thornton, no he podido con su cultivo por más amor que he puesto en él. Como dices, es difícil que con tanto carbonato cálcico puedan mantener su lozanía pero, en mi caso, es que o no enraizan como deben o la intoxicación es tan dañina que solo puedo tenerlas en humus ácido y, claro, no es lo mismo que tener un parterre completo. Debes decirme el secreto.
ResponderEliminarSabes que os quiero a todos.