sábado, 1 de febrero de 2014

LUIS ARAGONÉS

JAVIER MARÍAS ESCRIBIÓ en El País Semanal que de todo se puede cambiar menos de equipo de fútbol. El que de crío es seguidor del Bilbao o del Benfica, de viejo sigue fiel a esos colores.

No quisiera yo entrar en polémica con el Monarca de Redonda -no me vaya a decir que quite mis sucias manos del Madrid-, pero yo, que me tengo por un buen aficionado, he sido del R. Madrid, del Español, del Zaragoza, del At. Madrid y desde hace cuarenta años del Barcelona.

Buscándole una explicación a mi falta de seriedad con estos equipos llegué a la conclusión de que yo no era seguidor de uno u otro equipo sino de determinados futbolistas.

Mi primer ídolo fue Don Alfredo di Stéfano, de ahí mi temprano amor por el Real Madrid y por el Español. Después me fascinaron "Los Cinco Magníficos" zaragozanos: Canario-Santos-Marcelino-Villa y Lapetra. Y entre el Zaragoza y mi último -y definitivo- equipo, el de mi idolatrado Johan Cruyff, me robó el corazón Luis Aragonés y me hice del At. de Madrid.

Me entero que hace unas horas Luis se fue con la mayoría y recuerdo aquel año 1965 en que acudí al Bernabéu a ver cómo eliminaba al Real en la Copa del Generalísimo -perdón, pero así se llamaba- y lo que disfruté viéndolo jugar junto a Gárate, Mendoza, Ufarte, Abelardo...

Me tomo en este instante una Martin Millers como modesto homenaje.









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