A mi hermano Antonio.
Hace cincuenta años, estudiar en el mismo instituto donde tu padre ejercía de catedrático era sencillamente una bicoca, una mamandurria. Por aquellas fechas los catedráticos de instituto escaseaban -en Murcia había tan solo media docena- y formaban una casta dominante que gozaba de no pocos privilegios dentro de los institutos. Ser hijos de Don Rafael Verdú, de Don José Cos, de Don Luis González Palencia o de Don Juan Belda te permitía pasear por el Alfonso X como por tu casa.
Mi hermano Antonio y yo hicimos juntos el bachillerato. Nuestro padre, don José Cos, era catedrático de Física y secretario del instituto. El final de la película ya lo conocíamos en el mismo instante en que empezaba el curso: sacaríamos Sobresaliente en todas las asignaturas impartidas por los becarios -Una clase insegura y en perpetua expectativa- y el Notable sería la nota más raquítica que obtendríamos por parte de algún que otro mandarín. Nuestro esfuerzo apenas sería tenido en cuenta, daría igual si estudiábamos como si no. El éxito estaba asegurado.
Así aprendimos a oír sin escuchar. A vivir en nuestro mundo mientras un paciente profesor nos explicaba la diferencia entre la sinalefa y la elisión. Ellos, los desasnadores, recitando su lección magistral desde la tarima -por cierto, qué error, qué gran error suprimirlas- y nosotros ocupados tan solo en aprender a ser felices.
Toda esta felicidad se veía interrumpida cuando llegaba el mes de junio y nos entregaban las notas. Era el día más triste del año. Tratábamos de esconder los boletines para que nuestros compañeros no pudieran leer nuestra lista de regalos. Era inevitable, nos los arrebataban y teníamos que soportar a los compañeros más quisquillosos persiguiéndonos por los pasillos del instituto: enchufaos, enchufaos...
Otro privilegio que disfrutábamos por ser hijos de nuestro padre era pertenecer al prestigioso y muy premiado coro del instituto. El director del coro, mi siempre querido Padre Azorín, nos permitía hacer todo lo que nos diera la gana salvo una cosa: cantar: "Moved los labios pero no cantéis". Nos utilizaba de atriles; nos cubría de partituras y si emitíamos un sonido, por pequeño que fuese, nos miraba fijamente al tiempo que se llevaba el dedo índice a los labios en clara señal de silencio.
Enchufaos, enchufaos, enchufaos...parece que los estoy oyendo.
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Hace cincuenta años, estudiar en el mismo instituto donde tu padre ejercía de catedrático era sencillamente una bicoca, una mamandurria. Por aquellas fechas los catedráticos de instituto escaseaban -en Murcia había tan solo media docena- y formaban una casta dominante que gozaba de no pocos privilegios dentro de los institutos. Ser hijos de Don Rafael Verdú, de Don José Cos, de Don Luis González Palencia o de Don Juan Belda te permitía pasear por el Alfonso X como por tu casa.
Mi hermano Antonio y yo hicimos juntos el bachillerato. Nuestro padre, don José Cos, era catedrático de Física y secretario del instituto. El final de la película ya lo conocíamos en el mismo instante en que empezaba el curso: sacaríamos Sobresaliente en todas las asignaturas impartidas por los becarios -Una clase insegura y en perpetua expectativa- y el Notable sería la nota más raquítica que obtendríamos por parte de algún que otro mandarín. Nuestro esfuerzo apenas sería tenido en cuenta, daría igual si estudiábamos como si no. El éxito estaba asegurado.
Así aprendimos a oír sin escuchar. A vivir en nuestro mundo mientras un paciente profesor nos explicaba la diferencia entre la sinalefa y la elisión. Ellos, los desasnadores, recitando su lección magistral desde la tarima -por cierto, qué error, qué gran error suprimirlas- y nosotros ocupados tan solo en aprender a ser felices.
Toda esta felicidad se veía interrumpida cuando llegaba el mes de junio y nos entregaban las notas. Era el día más triste del año. Tratábamos de esconder los boletines para que nuestros compañeros no pudieran leer nuestra lista de regalos. Era inevitable, nos los arrebataban y teníamos que soportar a los compañeros más quisquillosos persiguiéndonos por los pasillos del instituto: enchufaos, enchufaos...
Otro privilegio que disfrutábamos por ser hijos de nuestro padre era pertenecer al prestigioso y muy premiado coro del instituto. El director del coro, mi siempre querido Padre Azorín, nos permitía hacer todo lo que nos diera la gana salvo una cosa: cantar: "Moved los labios pero no cantéis". Nos utilizaba de atriles; nos cubría de partituras y si emitíamos un sonido, por pequeño que fuese, nos miraba fijamente al tiempo que se llevaba el dedo índice a los labios en clara señal de silencio.
Enchufaos, enchufaos, enchufaos...parece que los estoy oyendo.
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El término desasnadores es genial, aunque en vuestro caso, no creo que fuera para tanto...
ResponderEliminar¿Qué es una mamandurria? Es la primera vez que oigo esa palabrica.
Buena porte la del Profesor Cos. Esos alumnos-atril con sus pantaloncitos cortos es una imagen muy representativa de la epoca, habría merecido la pena veros.
El chico primero de la tercera fila por la izquierda de la foto del grupo, me suena su cara. ¿Te acuerdas de quién es?
Una entrada muy amable y bonica. ¡enchufaos!
Yo tenía una compañera en el Saavedra Fajardo, hija de profesor, su padre la trataba igual que a las demás, el resto de profesores no...Y se notaba mucho, eso daba lugar a que todas quisiesemos ser amigas suya, pero ella pasaba de casi todas. En fin "cosicas" de ayer con visos de hoy...
Besicos.
Tuve enchufaos (y enchufás) en la escuela, en el pueblo, y los tuve después aquí en Cartagena, en el "colegio de marina" y en el "instituto de marina", nunca les hice demasiado caso ni me llevé mejor o peor con ellos/as que con el resto, pero sí recuerdo una cierta sensación de "casta"...
ResponderEliminarEn 1º de BUP recuerdo que la profesora de Lengua daba en clase las notas de un examen (uno por uno, en voz alta) y se detuvo en la enchufá X (hija del profe de mates de 7º y 8º de EGB, a esta sí le tenía especial tirria por las pocas migas que hice con su padre y con la asignatura) para decirle que sintiéndolo mucho su notable (de 8) se quedaba en insuficiente por varías faltas de ortografía (cada cuatro faltas de acentuación contaban como una de las "gordas") que además pasó a desgranar.
En los años de EGB en el pueblo yo había tenido varios "choques técnicos" con Dª Julita en materia de ortografía, saldados con series de repeticiones escritas y más de un sopapo (entonces, al menos en el pueblo, todavía se estilaba lo del tortazo) -como cuando escribí en un dictado estoi por estoy, me puso a copiarlo ya no sé si 40 o 60 veces y al pasar junto a mi pupitre vio que estaba copiando las repeticiones otra vez con i (en qué estaría pensando) y me arreó no uno sino varios de los susodichos...
Así que mientras la pobre chica puesta en pie pasaba de la lágrima al llanto abierto sin solución de continuidad, recuerdo perfectamente haber pensado "si en vez de tanto cuento y tanto enchufe le hubieran dado un par de hostias en 5º y 6º como a mí ahora no le pasaría esto..."
D. José Cos, la institución de Física y Química del Instituto de Bachillerato "Alfonso X El Sabio", fue mi profesor en cuarto (Física y Química), quinto (Química) y sexto (Física).
ResponderEliminarDesafortunadamente no me explicó el terrorífico dióptrio esférico en Preu. Habría aprendido bastante más.
Viví de las rentas de sexto porque cuando D. José Cos (nunca D. José, siempre con apellido), decía “… ¡los lemas de Kirchoff!...” todos sabíamos que nos podíamos echar a temblar con las malditas direcciones de la intensidad y la diferencia de potencial.
Pero lo aprendimos y vivimos de sus enseñanzas hasta en la Universidad. Para los “mortales normales” no valían los enchufes. Ni a la electricidad ni al grifo del agua.
Y para sus hijos creo que tampoco. ¡Manrí, eres un “exagerao”!
Lo que sí teníamos todos, alumnos e hijos era un respeto y una admiración especial por su saber y su presencia: grandote, fortachón, informal pero jamás sin chaqueta, corbata, casi siempre negra, y resolviendo todos los líos de papeles del Instituto.
D. José Cos, tu padre Manri, siempre fue un señor.
Siempre fue el catedrático de Física y Química del Instituto de Bachillerato “Alfonso X El Sabio”.
Nunca fue profesor del “Alfonso”.
A pesar de la falta de atención que dices, debiste aprender por ósmosis o por "simpatía", amén de la herencia genética, para llegar a ser el magnífico "desasnador" que has sido (y eres). Desde los catorce hasta los diecisiete, tuve un profesor de Física, que además era el director de la escuela, al que caí especialmente bien y me convirtió en su "enchufao/protegido". Resultado : tres Matrículas de Honor y ni pajolera idea de la asignatura.
ResponderEliminarMas tarde, en Sevilla tuve un profesor de dibujo, durante el 2º curso, jerezano, cabrón y repelente, que clasificaba a los alumnos con tres apelativos: "Hihoo" (hijo), "ciudadano" e "individuo"; según se refiriera a uno de una u otra forma ya sabías que los primeros eran sus enchufados/protegidos, los segundos, entre los que me contaba, si estudiábamos nos aprobaba y los "individuos" estaban irremediablemente condenados a galeras. Sigo teniendo un cariñoso recuerdo de mi viejo profesor de Física, aunque sigo rebuznando más que Platero. Un abrazo.
La memoria es contagiosa, ¿no? Y se pone uno a recordar... Tarimas y tizas y lecciones de cosas. El tiempo perdido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cabopá, los pantaloncitos cortos eran de color azul y las chaquetitas sin solapas, rojas chillonas. Parecíamos unos querubines.
ResponderEliminarSi te refieres al que está apoyado sobre el de delante, es Antonio de Hoyos -otro "enchufao", hijo del profesor de italiano del mismo nombre- otorrino de profesión.
Besicos.
Ángel, esa doña Julita -en "El gallo de oro" aparece una solterona de nombre Doña Teclita- tenía que ser algo cegarrita, no supo ver a quién enseñaba.
ResponderEliminarHe de reconocer que a mis pocos años yo también me sentía en el instituto miembro de una casta superior. He dicho con pocos años, que esa estupidez se pasa, como el sarampión.
Un abrazo.
Antonio, mi padre estaría orgulloso de un discípulo como tú. Has sido un catedrático con treinta "enchufaos" en cada clase, a todos tratabas con cariño fuesen sus padres quienes fuesen. Doy fe.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me has hecho pasar un rato muy divertido con la evocación de tu vida de "enchufao" pasada por el filtro de Espinosa. Menos mal que al menos tuvieron la decencia de no dejaros cantar.
ResponderEliminarViendo lo mucho que alumbras en la actualidad y la energía que desprendes, tu enchufe queda justificado.
P.D. Un gran detalle tu homenaje a esa diosa de ojos tan bellos.
Un abrazo maestro.
Viejos tiempos, viejos recuerdos, viejas palabras de amor...
ResponderEliminar(Vells temps, vells records, vellas paraulas d'amor)
He leído tu texto con sumo placer. Luces un fino humor y una ternura propias de alguien como tú.
ResponderEliminarSalu2
No, me refiero al primero de la tercera fila por la izquierda,luce chaqueta y corbata. Se parece a alguien que conozco, pero han pasado muchos años y no se reconoce....¿A ver sí te acuerdas del nombre?
ResponderEliminarJa,ja,ja...esto empieza a parecerse aquel programa de ¿Quién sabe dónde?
Ya sabes, siempre vuelvo, esta vez para comprobar sí es quién creo...
Besicos.
Creo que no eres del todo justo: en honor a la verdad, tendrías que hablar de las inetrminables peroratas que en casa te daba tu padre sobre la "Obligación" de demostrar que te merecías las notas, que tenías que dar ejemplo, que nada era gratuíto, que tenías que merecerlo...Reconoce que también era duro ser un "enchufado".
ResponderEliminarY seguro que, como profe, alguna vez te tocó suspender al hijo o hija del director...
:D ¡Enchufao, enchufao!
ResponderEliminarYo no era hija de "nadie" pero siempre estuve inexplicablemente enchufada también, en las asignaturas que sacaba muy buenas notas por eso y en las que no por vaya usted a saber que pero me dejaban en paz...En segundo de BUP tenía un acuerdo tácito con el profesor de Fisica y Químca que consistía más o menos en que yo no daba el coñazo y él hacía como que no se daba cuenta de que estaba leyendo novelas...En aquel colegio, que era también internado de madres asuncionistas(que odio les tengo grrrr) todavía quedaban tarimas pero era tan grande que las aulas donde las había ya no se usaban...¡Como me ha gustado el post!
Un beso
Vuelve el tiempo perdido en esta preciosa entrada, Presi. Una narración que me retrotrae al Manrique niño y sus circunstancias familiares y escolares. Me gusta. Está llena de ternura e imbuida de cariño hacia tu padre. Me gustan las fotos del lateral, la persecución de la felicidad por los niños antes que la sabiduría. Pero ambas llegaron: la primera porque se consigue con una cierta mirada que tú posees, una mirada amable, humana, que sabe exprimir lo bueno de las cosas y de las personas; y la segunda porque la ganaste en el ejercicio del vivir y, ahí, los enchufes valen poco.
ResponderEliminarEn cualquier caso, qué suerte ser un "enchufao" durante un tiempo y, también, qué responsabilidad más grande para un niño, con todos los ojos puestos en su persona, fueran de becarios, mandarines o simple pueblo párvulo. Así lo intuyo, que fui una niña tímida a la que no le gustaba llamar la atención, por si acaso caía alguna bronca por las travesuras propias de la edad.
No fui "enchufá" ni conocí a ningún "enchufao". A saber en qué territorios imaginarios habitaba, pero te aseguro que estoy muy contenta de conocer a los "enchufaos" Cos, personas encantadoras. Ya sabes: de casta le viene al galgo.
Emocionante entrada, Presi, mucho más por la dedicatoria que le leo. Eres todo corazón y no queda más remedio que quererte.
Hoy, millones de besos.
¡Qué recuerdos tan bonitos nos has regalado hoy!
ResponderEliminarMe encantan esos niños con pantaloncicos cortos,
estaís preciosos.
Ahora en mi cole empiezan a venir con las rodillas al aire, pero tenemos un
problema, que hay más sangre y el Betadine lo usamos a menudo.
Si hubieras estado en mi clase, te prestaría el tambor y llevarías el ritmo estupendamente.
¡Por supuesto que te tendría enchufao!
Gracias por tu comentario en mi blog, dale un besico a tu nieto de mi parte y cuando quieras
preparamos una excursión bloguera.
Un abrazo fuerte desde mi Librillo.
Antes de nada agradecerte la visita a mi blog.
ResponderEliminarCuando yo estudiaba a los que sacaban muy buenas notas les llamabamos enchufados, fíjate qué tontería, no lo achacabamos a los méritos propios de los compañeros. Lo cierto, creo yo, es que a veces entre profesor y alumno se producía cierta empatía y en algunos casos la conexión era mejor en según qué asignaturas, teniendo en cuenta aquellas que te hacían disfrutar del hecho de aprender.
Así que no sé si enchufados o no, pero yo que ya tendía hacia lo abstracto, lo subjetivo, lo histórico sucumbía ante los profesores de dibujo, literatura e historia. Quizá me merecía los aprobados, pero los profesores en cuestión supieron estar ahí.Qué importante.
Mariano Feced, creo que todos guardamos un buen recuerdo de aquellos profesores que nos trataron bien, con cariño. Los que se preocuparon de nuestras preocupaciones, independientemente de los aprobados o suspensos con que nos obsequiaran.
ResponderEliminarUn abrazo.
Daniel, tiene escrito J.A. Valente que "De cuantos reinos tiene el hombre / El más oscuro es el recuerdo".
ResponderEliminarUn abrazo.
Carlos, no se te escapa una, has seguido el rastro de Miguel Espinosa en mi escrito como un buen sabueso. Eso ya compensa mis esfuerzos por escribir mi precario texto. Gracias profe.
ResponderEliminarTampoco has dejado pasar a la de los ojos violeta. Así da gusto.
Un abrazo.
P.S. El viernes retiré de la librería "La Leyenda de Sleepy Hollow y Otros Cuentos de Fantasmas" de Valdemar. Lo hago para sacar nota sin que me llamen "enchufao".
Mariano Sanz, ahí va una perla de A. González:
ResponderEliminar"Ha llegado el momento
de la nostalgia.
¿Recuerdas...?"
Un abrazo.
P.S. El viernes retiré de la librería dos ejemplares de tu libro "CUENTOS TRUCULENTOS", uno para mí y otro para tu tocayo. Te los pasaremos a la firma.
Parker, siempre tan atento conmigo. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cabopá, ese más mayorcito se llama Antonio Serrano y es coronel de artillería.
ResponderEliminar¿Y a mí, me has localizado en la fotografía?
Por cierto, ¿cómo puedo hacer para que al pinchar sobre las fotografías aumenten de tamaño?
Besicos.
Me has entusiasmado, querido Profe.
ResponderEliminarLa imagen de tu padre, alto, elegante, sonriente, te la paso a ti y te va del diez.
Un placer haberte encontrado, ¿sabes? un placer leerte, un placer sonreír con tu ternura de padre/abuelo/maestro/hijo.
Un placer venir y encontrarme con un trozo de tu vida. GRACIAS.
Totalmente cierto, una pena que suprimiesen las tarimas.
ResponderEliminarRecuerdos muy enchufaos.
Un saludo
Mi queridísimo Presidente: te felicito por el talento que derrochas cuando escribes y por la humanidad que desprendes. Te espero por mi blog.
ResponderEliminarBesos y más besos.
MªJesús, algo de razón tienes, a veces ser un "enchufao" también pesaba lo suyo.
ResponderEliminarCuando he tenido que suspender al hijo de un compañero he recordado las prebendas de que gozan los hijos de los ferroviarios, los hijos de militares, los hijos de actores, de cantantes, de periodistas...
Besos.
almalaire, ¡madres asuncionistas!
ResponderEliminarSeguro que te encantaban esos problemas que empezaban así: Un coche sale de Bilbao en dirección a Madrid con una velocidad...
Besos.
Isabel, siempre tan generosa y detallista. Vas a conseguir que me crea de verdad un escritor de éxito -el licenciado Libruno- y no respondo de lo tontico que me pondré.
ResponderEliminarTe has fijado hasta en la dedicatoria, tan sentida y emotiva para mí. Gracias.
Besos "hasta el infinito y más allá".
Rosario, le haré llegar ese beso a Manriquico. Además del tambor, ¿me dejarías cantar?
ResponderEliminarBesos.
Mamen, la empatía entre profesor y alumno existe y condiciona a los dos y lo de llamar enchufados a los que sacaban tan buenas notas me parece estupendo, ¡qué menos!
ResponderEliminarBesos.
Manrique, es que cantas rematadamente mal. No entiendo cómo escuchando tantísimas misas, sinfonías y óperas no se te ha pegado algo y dejas ya de martirizarnos con tus alaridos.
ResponderEliminarNo te enfades bonico que otras cosas las bordas.
Un besazo.
Grrrr, odiaba esos problemas con toda mi alma, Thorton...cuando empezaban a dictar eso de los trenes que salían lo único que yo deseaba de corazón es que chocaran :D
ResponderEliminarVirgi, contigo me sigo sintiendo un recomendado. ¿Y sabes qué te digo?, que no me desagrada, aunque los thorntonianos me persigan por el blog gritándome "enchufao".
ResponderEliminarUn beso.
Recuerdos, en una ocasión oí decir a Torrente Ballester que el profesor debía elevar al alumno a su altura y nunca al revés. La tarima parece que simboliza estas palabras.
ResponderEliminarBesos.
Lola, me ves con muy buenos ojos. Visitaré tu blog ahorita mismo.
ResponderEliminarBesos.
Gloria, eres una hipermegasuperperra. ¿Qué yo no canto bien?¿Que doy alaridos? Desagradecida.
ResponderEliminar¿Quién te canta el cumpleaños feliz mejor que yo? Te deseeeeeeeeeeeeeeeeeeeeamos Gloria, cumpleaños feeeeeeelizzzzzzzzzzzzzz. Con ese fraseo expresivo, alternando el canto spianato con el sfogato, dotado de slancio. Ignorantes.
Sin beso.
alma, lo sabía. ¿Y esos otros que decían: una piedra cae desde una altura de...? Y tú queriendo escribir versos.
ResponderEliminarBesos.
Muy agradable tu entrada pero me ha hecho recordar no pocas anécdotas del uso o mal uso de "enchufaos".
ResponderEliminarTe cuento cómo se pueden usar y cómo algún que otr@ docente podía haber acabado con una buena amistad.
Estudiando Magisterio una profesora ( de Psicología) hizo un examen oral y entrábamos de dos en dos.
Al comenzar el examen, a mí, no me dejó hablar porque ya suponía que me lo sabía todo, a mi compañera-amiga la achicharró con los temas para ponerle un notable.Os imagináis cómo salimos? Seguimos siendo amigas.
Del mal uso de "enchufaos" os diré que por voluntad propia cogí al cabo de los años una comisión de servicio para estar a 42 km. de casa y dejé mi plaza fija a 2km. La gente me preguntaba cómo había conseguido el enchufe.
De todo hay en la viña.
Por cierto, enhorabuena por ese padre
Marta, Martica, ya tenemos otra cosa más en común: a los dos nos han llamado enchufados, aunque a ti sin merecértelo.
ResponderEliminarMira cómo sería mi padre de bueno que le llamaban "San José Cos". Con once hijos en casa y todavía tenía ganas de desasnar a los ajenos. Un fuera de serie.
Besicos.
Que relato tan evocador, estoy segura que nos has puesto a todos a pensar en nuestros días de escuela. Yo creo que el problema no estaba en ser el enchufado, sino en aquéllos que se empecinaban en llevar ese título con honor, como si fuese una medalla. Eso sí que era imperdonable. Me imagino que al enchufado a veces también le gustaba que se le reconocieran sus méritos académicos, pero las reglas establecían que debía poner cara de “otra vez…” y los demás pues nos aguantábamos la rabia y el deseo de que alguna vez dijesen nuestro nombre. Por tu relato se deja entrever que tú sabías llevar el título de enchufao con bastante dignidad.
ResponderEliminarLo más gracioso (visto desde ahora) de la escuela de antes, era que fuese el que fuese el san Benito que le colgasen a uno, lo iba a llevar hasta el día que se graduara.
Los enchufaos de la escuela los aguanto, pero a los del trabajo ni agua.
ResponderEliminarUn saludo.
P.D. Que bien te quiere Gloria. Por fin alguien que te conoce de verdad da una opinión certera sobre tus aptitudes (ja, ja).
Salta a la vista que había algo más que enchufe en esos buenos resultados.
ResponderEliminarLo de cantar me lo creo. Mejor hacer de atril que de moscardón.
Bonita y divertida entrada.
Un abrazo.
Amigo Thornton, lo malo no es que cantes mal, rematadamente mal. Lo penoso es que crees que lo haces bien y no dejas de torturarnos con Puccini y compañía. No digamos cuando te crees Dean Martin, eso ya es para nota.
ResponderEliminarPodrías recordar tus tiempos de atril y practicar abrazando partituras bien calladito. Un beso largo.
Eres muy gracioso. En mi clase cantan todos y además no dejo que ninguno esté callado.
ResponderEliminarSiempre los estoy animando:
¡Esas palmas, ese tambor, Todooos!
Cuando quieras probamos. ¿Sabes silbar?
Un solo, es perfecto en las canciones.
¡ANIMO Thornton, un beso para tu Manriquico!
Si las dos sopranos te lo dicen, me lo creo. Pero me gustaría oirte, porque yo también soy irresistible cantando y formaríamos un buen duo bufo.
ResponderEliminarMs.Frutos, a partir de 3º de bachillerato me puse a estudiar en serio pero daba igual, ya fui el enchufao hasta que salí de allí.
ResponderEliminarMe salvó mi habilidad con el balón de baloncesto, gracias a esa habilidad me gané el respeto de mis compañeros, bueno, y que jamás fui chivato y eso que me preguntaban por los alborotadores.
Besos
Carlos te aseguro que canto por Dean Martin muy dignamente y el "Che gelida manina" lo interpreto sentado, como mandan los cánones.
ResponderEliminarGloria y Pilar son dos rencorosas que no han pertenecido jamás a ningún coro, ni siquiera de atril. Gente menor.
Jose, entre el Padre Azorín y mis mujeres han destrozado mi prestigio canoro. Tendré que hacer una demostración en un vídeo, se te pondrá la carne de gallina.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pilar, si te parece, discutimos esto en privado.
ResponderEliminarTambién sin beso.
Rosario, me alegro que me hagas esa pregunta. Silbo de maravilla, con dos dedos o con cuatro. ¿Conociste a Kurt Savoy?, pues igual.
ResponderEliminarBesos.
Carlos, se lo he dicho a Jose, voy a grabar una de mis actuaciones y la colgaré en el blog. Ya verás, de categoría, che.
ResponderEliminarUn abrazo.
Dios mío, no me lo quiero perder. Por cierto para cumpleaños felices observa el alma que le pongo...
ResponderEliminarCarlos, ¡¡¡HOMÉRICO!!!
ResponderEliminarDespués de tanto desvarío,ya casi me siento fuera de tema, pero quería contaros que cuando yo cursaba primaria en cierta manera también me sentía algo diferente; en mi caso no por enchufada pero sí porque me habían hecho sentir que tenía poderes...
ResponderEliminarCuando rara vez sorteaban alguna cosa en el cole -un estuche, un álbum, o poca cosa más- la ecuánime profesora escogía al afortunado/a con un sencillo sorteo que consistía en que acertáramos el número que ella "previamente" se había anotado en algún recóndito lugar de su agenda. Yo me concentraba deseando con toda la fuerza telepática que pensara el mío... Y ¡voila! LO DECÍA.
¿Quién no iba a pensar que tenía poderes?
...
Lo de ser una niña buena, era lo de menos...
Isa, tú eras otra "enchufá", reconócelo. La profesora hacía trampas para favorecerte, si eso no es un enchufe ya me dirás.
ResponderEliminarCuando vamos a algún viaje en grupo, la última noche sorteamos el fondo que queda y siempre, siempre, le toca a Pilar. Lo sospechoso de la coincidencia es que siendo yo el tesorero soy también el que prepara el sorteo. Nos abuchean.
Besicos.
Una ingenua es lo que soy, que me costó años darme cuenta e imagina la decepción.
ResponderEliminarVes ahí los abucheos me hubieran resultado útiles.
...
Respecto a lo del fondo, me parece escandaloso, profe. No sé si creérmelo.
Buenas noches, que ya silban.
Espero con impaciencia ese vídeo del Presi cantando.
ResponderEliminarSi lo crees conveniente, venimos provistos de impemeables, jajaja.
Un besazo.
La leyenda de Don José Cos traspasó generaciones y puedo decir que más de una decena de profesores de los que he tenido, al pasar lista y leer por primera vez mi nombre, se paraban y no podían evitar expresarme la admiración y el respeto que habían sentido hacía Don José Cos. Cosa que me hacía sentir muy orgulloso.
ResponderEliminarEl orgullo que sentía al oír hablar de mi -ignoto para mí- abuelo de esa manera, era el mismo que sentía cuando algún conocido mío, alumno del Cervantes, me decía: "¿la máquina es tu tío?, vaya crack de tío que tienes"
Un abrazo, Máquina.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo estaría mal que nos pusieras un video en el que nos cantaras algo
ResponderEliminarHe encontrado un momento para leer la entrada con tranquilidad, y la he disfrutado enormemente. El texto y las fotos tienen el mismo color, y el blanco y negro favorece a las mujeres y también a los recuerdos.
A mi en el “Alfonso X el Sabio” me daba “un profesor” física, que en medio de la clase se ponía a ver planos con su aparejador, de los proyectos de construcción que llevaba entre manos. (esta foto y este recuerdo es en color)
Manrique, enchufao, un abrazo y un beso.
Is@Hz, yo no digo que haga trampas, es más, lo niego. Pero lo cierto es que el sorteo lo dirijo yo y siempre gana mi santa. Casualidad.
ResponderEliminarUn besico.
Isabel, enhorabuena por tus éxitos. Hasta aquí puedo decir, si no me autorizas.
ResponderEliminarBesos.
Chosic, es la pregunta que más veces en mi vida he tenido que contestar: "¿Tú eres hijo de D.José Cos?", y si no me la hacían ya me ocupaba yo de presumir del parentesco.
ResponderEliminarMe alegra mucho verte por aquí, gente joven e inteligente. El club está de fiesta, invita la casa.
Un abrazo.
Jesús, puedes apostar tu último penique a que publicaré un vídeo con una de mis actuaciones estelares. Estoy dispuesto a callar bocas -bocazas- de alguna que otra envidiosa.
ResponderEliminarDesconocía que habías pasado por el Alfonso X. No todos los alfonsinos saben que ese instituto tiene un himno, música del padre Azorín y letra de D. Andrés Sobejano: "Amado hogar del escolar. Fragua y telar de mi corazón. Templo y solar de tradición...". Parece que se lo estoy escuchando cantar a mis compañeros del coro mientras yo sujeto las partituras. Por cierto, conservo una de ellas.
Siempre te digo lo mismo, ¿cuándo nos tomamos una cerveza?
Un abrazo.
Tienes un email.
ResponderEliminarBesicos.