No he besado una cara vieja desde hace ya bastante tiempo y siento un gran deseo de hacerlo. Imagino que será por la ya larga ausencia de mis mayores.
Uno de los placeres que todos disfrutamos desde niños es besar una cara vieja. Las caras viejas de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros tíos... Pero éste, como otros tantos placeres, lo descubres ya tarde, a veces demasiado tarde.
Uno de los placeres que todos disfrutamos desde niños es besar una cara vieja. Las caras viejas de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros tíos... Pero éste, como otros tantos placeres, lo descubres ya tarde, a veces demasiado tarde.
Una vez que el tiempo ha hecho su trabajo y miras a tu alrededor, compruebas que no te faltan caras de porcelana que acariciar pero ya no encuentras fácilmente una cara vieja que besar, las caras de tus mayores ya no están a tu alcance.
Ocurre, que aunque uno vaya cumpliendo años los viejos son siempre los que tienen más edad. No miramos a nuestros iguales como viejos. Debe de ser por aquello de la relatividad.
Siempre tienes una excusa para no verte tan mayor: La vida empieza a los sesenta. Por si tuviera alguna duda de que estoy en plena adolescencia, la Organización Gallup sostiene que la edad concreta en que la felicidad es máxima, es a los 73 años. ¡73!
Así de desorientado me encuentro, buscando inmoderadamente una cara con muchos surcos a la que pellizcar y besar. Si algún día me detienen por escándalo público ya saben el motivo: me lancé a por una octogenaria.
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Qué texto más hermoso nos has traído hoy, de veras me ha encantado. Me has hecho caer en la cuenta de que yo también echo de menos un viejo rostro al que besar. Es cierto, cuánto reconforta besar a un viejo.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un abrazo.
Tengo una familia bastante longeva, aunque como es natural, poco a poco voy perdiendo miembros. Mi madre tiene 79 años y no la veo vieja sino mayor y en mi opinión está muy bién, aunque la vida ha sido muy dura con ella. Hasta hace un año y medio que perdí a mi abuela materna, con 105 años, he podido besarla y sentir su contacto. Me encantaba coger sus manos con las mías y darles calor, pues había perdido toda la masa muscular y eran un manojo de huesos, tendones y venas recubiertos por una fina y arrugada piel. "Mira que manos tengo, no valgo para nada", me decía. Unió a todos sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos. Su menuda presencia era el centro de todo y siempre fué paciente, alegre y cariñosa, esforzándose por trasmitirnos lo que su larga vida le enseño. Un día, hablando de ella, le dije que era muy buena; se quedó un rato pensando y me dijo "jamás he hecho daño a nadie". He volcado en ella mi cariño, de una manera especial, queriéndola y sintiéndola con frecuencia. Gracias abuela.
ResponderEliminarQue bonito, Thorton; dulce, optimista, divertido y físico. Lo mejor para empezar la mañana.
ResponderEliminarYo ando por la mitad de la treintena pero como soy nieta y biznieta de centenarios y confío mucho en la genética, también me siento en plena adolescencia. Mi tío abuelo Antonio, sin embargo, murió tan bruscamente como lo hacía siempre todo justo despues de cruzar el umbral de la que es la edad máxima de la felicidad según nos cuentas tú. Tenía una piel clara y perfecta con poquísimas arrugas pero es la cara vieja que más me gustaba a mi besar de chica...entonces me parecía viejísimo pero ahora comprendo que no lo era. Sus rodillas eran el lugar más confortable del mundo para sentarte a escuchar cuentos y él era una mezcla muy dificil entre viejo cascarrabias y corazón de oro molido. Me gusta mucho acordarme de él, pero nunca lo había hecho de esta manera.
Gracias :)
¡Enhorabuena, los chiflados del submarino le han nombrado Ministro!
ResponderEliminarQué agradable me ha sido leeros.Creo que esta vez me apetece más dirigirme a tí como Manrique.Los viejos o los mayores me traen unos gratos y a veces amargos recuerdos.Mis abuelos no han sido tan longevos como la abuela de Mariano pero mi "yayo" Miguel me cuidaba entre algodones, se levantaba para ir a comprar pan blandito para su nieta( los demás comían cuando lo compraba la yaya).Él decía que yo no tenía la culpa de ser en ese momento la primera nieta, hija, sobrina, de mi corta familia.Os diré que el yayo no era ni el padre de mi padre, mucha historia
ResponderEliminarNo me alargo porque en estos momentos mi piel es de "gallina" erizadita aa...
No se si conoces el libro "Rebelión de viejas", ya está descatalogado pero prometo hacerte llegar una copia, para eso están los amigos.
Hoy me despido con un gran abrazo
Mercedes, me alegra que te haya gustado. Es una sensación tan real que entiendo que la compartamos mucha gente.
ResponderEliminarTe agradezco que saques tiempo de donde no lo tienes y pases por aquí.
Supongo que estarás harta de las obligaciones de la promoción del libro. Paciencia.
Un abrazo.
Mariano, estoy de acuerdo, Leonor es una chica y tu abuela era lo más. "¿Abuela, te acuerdas de mi amigo Manrique? Claro que no".
ResponderEliminarUn abrazo.
Almalaire, si he despertado todos esos sentimientos en ti, ya me doy por satisfecho.
ResponderEliminarLos recuerdos que tienes de tu abuelo Antonio son un tesoro. Ya veo que sabes guardarlo. Enhorabuena.
Un abrazo.
Tordon, sí que están chiflados los submarinistas. Imagino que habrá que trabajar muy poco, vamos, nada de nada. Figurar, que es lo que mejor hago.
ResponderEliminarMartica, la última foto que he puesto es de mis yayos. Así les llamábamos, yayos, como tú al tuyo.
ResponderEliminarNo he leído el libro que indicas, tendré mucho gusto en hacerlo si me lo haces llegar.
Besicos.
Nunca olvidare los besos de vieja que me daba mi abuela, seran los mas sinceros que he me han tocado. Un saludo
ResponderEliminarMe gustan los abuelos y las abuelas. Siempre ha sido así. La piel más fina que he tocado fue la de mi abuela Isabel, puro terciopelo de ternura.
ResponderEliminarBonica la foto de tus yayos.
Un abrazo y volveré. La encerrada, sale. El dragón fue vencido.
P.D.- Oye, Presi, si quieres te presto a mi madre, que tiene 83. Aunque cómo se conserva, que apenas tiene surcos.
Los surcos que no tiene la madre de Isabel los tengo yo. Soy la más arrugadita de la familia (y mi hermana mayor me lleva ocho años) y a mucha honra (herencia de mi abuela María). Una pasita, soy. Y mis arruguitas de la cara te ofrezco para el beso. Me sentiré muy honrada de hacer de abuelita y que me sonrías, presi.
ResponderEliminarPreciosa y tierna entrada.
Vaya foto la de los Yayos Thornton, los recuerdo en La Alberca, que era donde mas cerca estábamos.
ResponderEliminarDe los recuerdos de los mayores, me gusta más mayores que viejos, me has hecho recordar el tacto de la piel de las manos de la madre.
Para vencer un poco la melancolía que me produce el tema, reproduzco un trabalenguas que me enseñó el yayo y que había que decir rápido.:
“Eran dos amigos, uno se llamaba Guerra y el otro Parra. Guerra tenía una parra y Parra tenía una perra.
Dice Guerra que si la perra de Parra se sube a la parra de Guerra, Guerra cogerá una porra y le pegará a la perra de Parra.”
Ahí es ná.
Abrazos Pepe
Esgarracolchas, jamás una mala cara, ni una regañina, besos y más besos. Y todos desinteresados.
ResponderEliminarUn saludo
Ísabel, eres una máquina. Cómo me alegro, ahora a por todas.
ResponderEliminarNo descarto conocer a tu madre, está en la edad justa.
Besicos.
MªJesús,Hada Madrina, tú eres para mí una chiquilla. Somos de la misma quinta y te veo así, una zagala.
ResponderEliminarDe todas maneras te tomo la palabra y te estampo un beso. No todos los días se besa a una hada. Quién sabe si me convertirás en príncipe.
Un beso, el que me has prometido.
Pepe, esas manos tampoco las olvido. Dices melancolía, pues toma: La Alberca, los baños en la piscina-Demetriopepelaencarna-, el club Montealegre, los tebeos, subir la cuerda a escuadra, el cine de verano, las paellas, las literas, los pinos, el pozo-siempre bajando y subiendo al marmol- el parral, el Carmelo y la Adela...
ResponderEliminarUn abrazo, Pepón.
Como se agradecen estos rostros después de los caretos de la anterior entrada.
ResponderEliminarMi abuela (la única que me queda) tiene 102 años y ahora los besos se los doy yo. De cuando ella me los daba a mi recuerdo que olía a manzanas.
Un abrazo, viejete.
¡Qué entrada tan tierna y tan bonica!
ResponderEliminarMi madre tiene 88 años, aunque dice, que ya está en los 89 que los cumplirá en julio...ella es la abuela de mis hijos, no hay más..
Mis abuelos eran, los del campo de Cartagena,Paco y Francisca;de ellos recuerdo el sabor del melón y la sandía(melón de agua) y el turrón de almendras hecho en casa. Los de aquí,los de la huerta, el papámanuel y la mamácarmen, así los llamábamos todos los nietos.Ellos vivían en una casa con parra en la puerta dónde tomábamos el fresco con la tierra recién rociada con agua sacada del pozo.
Tus yayos en una fotico con azulejos, de los que estoy segura que recuerdas los colores...
P.D.¡¡¡ BESICOS !!!
ResponderEliminarJesús, vaya antecedentes. Aún verás el siglo XXII. Dale a ese pedazo de abuela un beso de mi parte.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cabopá, vaya cuarteto de abuelos, qué suerte. Cómo asociamos olores y sabores con ellos, la tierra mojada, el melón, la parra...
ResponderEliminarDile a tus hijos que lean esta entrada y se coman a besos a su abuela.
Besicos.
Thornton, creo que lo que nos libera de la vejez prematura es consevar la mirada de niño. Muy, muy, difícil, volver a reinventarse tras cada nuevo palo. Conozco a gente que tiene esa capacidad y me gustaría creer que yo también la tengo o la tendré cuando vengan los años de los achaques.Esa capacidad se llama RESILENCIA y es una palabra espantosa pero con un contenido inmenso. Por ahora me preparo para la madurez haciendo dos abdominales casi todos los meses y además me he comprado un colchón viscoelastic que me ha hecho preguntarme como he podido vivir todos estos años sin él. Por las mañanas me despierto ahora saltando como un saltimbanqui, dando un tripe salto en el aire para ir a caer con los pies en las zapatillas en perfecto equilibrio. O a lo mejor no ocurre así exáctamente, pero el hecho de pensar en ello pone a trabajar a mis neuronas bonobo, que son las que mantienen el entusiasmo y el ingenio depiertos.
ResponderEliminarPor otro lado, no comprendo por qué hay terapeutas y profesionales que insisten en que los viejos se comporten como si tuvieran 20 años, puede que ellos no quieran aprender nuevas cosas para mantener la memoria y la percepción en buen estado, a lo mejor la demencia es una solución. Como decía el abuelo herooinomano de "pequeña miss sunshine": Si te metes caballo de joven estás loco y si no te lo metes de viejo es que ´también lo estás.
Acabo de llegar del Mar Menor, tus palmeras seguro que están despeinadas, se ha metido el Levante...
ResponderEliminarBesicos.
Javi, citas la resiliencia (te lo ha soplado Dangerous) y tienes razón. Después de unos cuantos años en la pelea, te das cuenta que lo más importante que puede hacer un hombre es sobreponerse.
ResponderEliminarEs el gran misterio de la vida, aun sabiendo cómo acaba te permite ser feliz.
Efectivamente es un error comportarte ya de mayorcito como un treintañero. Un poeta inglés contemporáneo de Shakespeare, John Donne, escribió que cada edad persigue un pecado diferente. Pues eso, a pecar según tu edad.
Un abrazo, maestro.
Cabopá, maldito levante, es el viento más desagradable que conozco, gracias por avisar.
ResponderEliminarMis palmeras no las tengo en La Manga, están en La Alberca, en el Thornton Club.
Besicos.
Suscribo íntegramente su apología de la senectud, estimado Zorton.
ResponderEliminarY tal vez sea porque -como usted- ya me encuentro más cerca del arpa de los coros celestiales que de la guitarra de los años mozos.
Porque soy de los que prefiero una de 60 que tres de 20: ¿De que iba a hablar con las yogurinas las 23 horas restantes?
Así pues, reivindico la vitalidad de los que estamos maduros.
Y a punto de caernos del árbol.
Salu2
Se me fue el santo al cielo en mi comentario, s lo que iba es a que espero mantener dentro de 20 años esa vitalidad mental que gastas Thornton, que traspasa la pantalla del ordenador (cosa difícil)y hace que esto parezca una tertulia real en la terracita de la foto. En foros y Blogs te encuentras a gente que con menos de 40 años parecen tener un tenedor metido en el culo.
ResponderEliminarTe aviso mi querido profesor jubilado, no dejes de asomarte a mi ventana...Conste que te lo comunico a ti. Sr.Presidente el primero....
ResponderEliminarBesicos.
Yo estuve haciendo un trabajillo dos veranos en un asilo de ancianas, con 15 años. Me encantaba acompañarlas, hablar con ellas, ayudarlas...Se me quedó esa calidez dentro, así que te comprendo muy bien.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, con arrugas a ser posible.
Tordon, tienes razón, las mujeres sazonadas son incomparables, en todos los aspectos.
ResponderEliminarTú aún eres carne creciente, déjate el arpa, atrapa la guitarra y a enamorar jovencitas.
Un abrazo, tocayo.
Javi, gracias por los piropos. Mi mente se alimenta de gente como tú, directa y con talento. Conocerte ha sido una de las mayores alegrías de toda esta aventura bloguera.
ResponderEliminarGracias por esa "historia de viejos" que me has mandado, para eso soy el presidente de tu club de fans.
Un abrazo.
Cabopá, guapa, guapa. Guapa, guapa y guapa.
ResponderEliminarMira que esconder esa carita y esa sonrisa tanto tiempo.
Lo dicho, yo te cantaría esa del Dúo Dinámico: Quince, años, tiene...
Besicos.
Virgi, con esa edad fuimos los alumnos del instituto de visita al asilo de ancianos. No se me ha olvidado la impresión que me causaron. Encontré, soledad y resignación. Un gran contraste con mis yayos, siempre rodeados de sus once nietos.
ResponderEliminarBesicos.
El Thornton más tierno aterriza de nuevo con grandes palabras. De nieto tuviste que ser tan encantador como de abuelo y es que pienso que niños y abuelos son los dos estados más cercanos del ser humano y es por eso quizás que sentimos en un determinado momento atracción hacia los viejos.Un abrazo maestro.
ResponderEliminarCarlos, mi yaya me llamaba "Barrabás".
ResponderEliminarFarallón y yo vimos ayer "La noche del demonio" -soy el más aplicado de la clase- nos pareció magnífica a los dos. Tenías razón, las dos apariciones del demonio...me voy a tu blog a comentartelo.
Un abrazo, profe.
Tiene mi padre ochenta y tres años, algunos achaques, el pelo blanco y la mirada llena cuando nos ve llegar a todos a su casa. Cómo malcría a sus nietos, cómo nos sigue riñendo a mi hermana y a mí por las cosas que aún no hacemos bien. A pesar de estar en los cuarenta, somos “las niñas” y nos invita a tomar café acompañado de algún pastel o lo que queramos. Nos habla de lo que hizo, de muchas cosas de antes porque todo lo recuerda a la perfección y yo me pierdo en sus cosas y en sus arrugas y aparto la mirada temiendo que piense que le miro así porque ya está muy viejo. Yo le escucho atentamente porque sé lo importante que es que alguien lo haga y siento lo poco que le veo. Su vida está hecha de mucho trabajo, de historias que para él son importantes, me da tanto (me dió tanto) a cambio de tan poco de mi tiempo, sigue siendo generoso.
ResponderEliminarEnorme sensibilidad en esta entrada. A mí también me gustaron siempre los viejos, infinitamente más que los niños. Los viejos tienen experiencias y a mí, como me gusta mucho escuchar, sé disfrutarlos. Lo que ocurre es que ahora, cada vez más, la gente no sabe escuchar y por tanto los abuelos son un palo.
ResponderEliminarMamen, me agrada que compartas con todos nosotros esos sentimientos, además lo dices tan bien que es una gozada leerte.
ResponderEliminarPara tu padre siempre serás su niña. A mi hija le sigo llamando "la nena" y ya está a punto de ser madre.
Un saludo.
Ramon, entre mis temas transversales dedicaba uno a los abuelos. Tenian que redactar una pequeña biografía de ellos y debían hacerles una pequeña entrevista a su aire. Cuando les exponía el tema, les hacía sacar un folio y contestarme a una sola pregunta: ¿cuál es el segundo apellido de vuestros abuelos? Te sorprenderías al ver los resultados, la mayoría lo desconocen.
ResponderEliminarUn abrazo.
No sabía que me ocurría lo mismo que a ti hasta que te he leído. Tengo esa misma sensación con las caras de mayores y tú me lo has hecho comprender. Gracias Thornton.
ResponderEliminarParker, aumenta la competencia. Ya somos dos buscando octogenarios.
ResponderEliminarUn saludo.
Pepi, se acerca a los ochenta y cuatro, es menuda,vivaracha,alegre...
ResponderEliminarSus años junto a su marido no los vivió mal, pero sus años de "más mayor" tampoco los está viviendo mal..
En su cuerpo no le falta de nada: tres bypass, un marcapasos.En casa tampoco: su periódco todos los días y su libro para leer.En su vida actual: cine, amigas, teatro, viajes e incluso hace un taller para la memoria
La familia, los amigos, los hijos de mis amigos siempre dicen:"De mayor quiero ser como Pepi".
Ella, es mi madre.
Besos
Martica, felicidades por ese pedazo de madre. Periódico, teatro,libros,cine,...y encima taller para la memoria. Yo también quiero ser como Pepi, pero no de mayor, quiero parecerme a ella hoy mismo. Qué encanto de mujer.
ResponderEliminarDale un beso a tu madre de mi parte, salvo que le des a leer este comentario y entonces se lo doy directamente.
Besicos.
Muchas gracias por visitarme, de verdad. No tengo muy claro que escriba tan bien, pero sí que tus visitas ayudan a continuar inyectando directamente a la vena, la ilusión que espero nunca se me agote.
ResponderEliminarAlvaro, qué sorpresa. Un seguidor joven y londinense, qué lujo. Siempre he dicho que me encantaba el buen gusto de mis hijos para elegir a sus amigos y tú eres un ejemplo claro.
ResponderEliminarTe diré , además, que tu buen humor no me ha pasado desapercibido. No lo pierdas nunca.
Un abrazo.
Mamen, no me des las gracias, te leo por puro placer.
ResponderEliminarUn saludo.
Ay, mi querido profesor, ¡¡¡Ayuda!!! Me acaban de nombrar ministra y he aceptado...
ResponderEliminarMe he vuelto loca el poder, me ha cegado...Soy la nueva MINISTRA DE MIRAS Y SUEÑOS de El submarino bajo el grifo,el Sr.Tordon de los Mares a propuesta de un tal Peleón que ni siquiera conozco ha sido mi mentor...y yo ingenua he aceptado...Ya hablaremos del nuevo eje Sur-Norte.
Besicos.
Cabopá, nos veremos en los consejos de ministros. Tendrás que hacer un casting para seleccionar a los guardaespaldas. Creo que Kevin Costner anda en el paro. Yo he pedido media docena de secretarias, qué menos.
ResponderEliminarHoy ha venido a mi despacho del ministerio un señor con grandes bigotes y me ha tomado medidas con un metro de sastre y me llamaba "amiguito del alma". ¿Sabes algo de esto?
Besicos.
Blanco, me parece tu novela un ejercicio literario de altísimo nivel. Como puedes observar lo dejo en un escueto adjetivo que no necesita explicación. Como Cel, de la que quedo profundamente enamorado (me la imagino soberbia) subrayo y anoto. Me queda mucho trabajo en la novela. Quedamos en contacto. Ya sabes que no es de fácil lectura.
ResponderEliminarThornton después de leerte he cogido el coche y he visitado a mis abuelos que viven a 200 Km. Eres un cielo.
ResponderEliminarBesos, besos y más besos
Thornton, me miro las manos y veo las de mi padre. Según García Márquez ya soy viejo. Podéis besarme.
ResponderEliminarOs visito todos los dias varias veces. Pero no puedo participar. Supongo que lo entenderéis. Sí, hay uno que gana y otro, por tanto, que pierde. Me duele que el que gane, aún siendo queridíssssssssssssssimo, no sepa administrar su ocasional ventaja y me dé vejamen exponiendo en lugar destacado durante demasiados dias cierta fotografía.
Rezuma tu entrada la ternura que merecen nuestros mayores. Es verdad que no los valoramos en su justa medida hasta que no nos faltan y es cierto igualmente que a pesar de que vamos cumpliendo años, nunca nos consideramos viejos, siempre hay una excusa para ampliar el horizonte de la juventud.
ResponderEliminarClara, tampoco es eso, pero en fin me alegro por ti y por tus abuelos.
ResponderEliminarBesos
Serrano, aguanta, que endurezcas el caracter. Respecto a besarte, mejor lo dejamos así.
ResponderEliminarAROBOS, el otro día hablaban dos sexagenarios y decían que estaban en "lo mejor de lo peor". Me he guardado la frase en mi cuaderno de notas, me pareció que sabían de lo que hablaban.
ResponderEliminarMartica, qué regalo me has hecho. Me has emocionado. No conocía ese discurso, me ha parecido impresionante. La canción no podía ser otra. Gracias.
ResponderEliminarBesicos.
Cuando comencé en las clases de adultos allá por el año 86 "aterricé" no sé muy bien por qué en una clase de alfabetización ,cómo no de mujeres ,que la media eran 72 años. Eran mayores, viejitas,sus manos muy arrugadas y sus caras llenas de surcos, pero...me tenían tanto cariño.
ResponderEliminarLa tía Rosario, me explicó el porqué de venir a clase:simplemente un taxista la había engañando dándole vueltas a calles y más calles hasta dejarla en el mismo sitio.
Cuando intentaba borrarle en su trabajo las equivocaciones, me daba un manotazo y me decia:
xiqueta deixa(chiquilla,deja).Era muy cabezota,no quiso ir a vivir con sus hijos y murió sola.
No comprendo a las personas que se hacen la pregunta¿vale la pena utilizar dinero público para esta clase de enseñanza?
Besos, hoy no he podido desprenderme de la melancolía al acordarme de la tía Rosario
Me encantó el escrito.
ResponderEliminarSiempre tuve viejos cerca y he podido besuquearlos cuanto he querido. es cierto que ahora escasean, pero siempre hay alguna amiga con un viejito cerca y si bien no es lo mismo que con los propios, alcanza.
Pero lo que yo más añoro son sus charlas.
Saluti
Martica, quien cuestione la importancia de las clases para adultos es un bobo que no piensa ni siente. Menudos alumnos tendrás. Como la tía Rosario, seguro que fuiste una de sus últimas alegrías.
ResponderEliminarBesicos.
Nina, es cierto, se echa de menos también su conversación. Te imitaré y me arreglaré con los mayores de mis amigos.
ResponderEliminarUn saludo.
Una de tus mejores entradas, en mi opinión.
ResponderEliminarYa dije alguna vez en el Club que prefería los viejos a los niños, en parte por las razones que apunta Ramon con el que tanto coincido. También me gustan los niños, claro, pero los mayores me parecen los seres más vulnerables. Son los que más tienen que perder, y muy poco que ganar.
Hay mucha ternura en lo que escribes, pero puestos a hincar el diente...
Un abrazo.
Mi abuela materna, que en paz descanse, era una viejecita encantadora. La queríamos con toda nuestra alma. Rara era la vez que se dejaba besar por nosotros, sus nietos, decía que los viejos se tenían que mantener apartados de los niños para no contagiarles enfermedades de mayores. Mis dos hermanas y yo nos poníamos de acuerdo y a la de “YA” la asediábamos a besos y abrazos. Mi abuela protestaba pero siempre terminaba rendida a nuestros cariños.
ResponderEliminarY sí, la echo mucho de menos y echo de menos besar su cara vieja.
Un abrazo inmenso
Jose, hay quien no quiere mirar a los viejos porque ven en ellos su futuro más o menos cercano. Ellos se lo pierden.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pepe, si supiera tu abuela que las enfermedades las transmiten los nietos a los abuelos. Es dificil que recordemos a nuestros abuelos y no nos muerda la nostalgia. Aguantaremos.
ResponderEliminarUn abrazo, genio.