Les tocó vivir su infancia, su pobre infancia, en los años de posguerra. El hambre siempre les acompañaba a su hermano y a él. Pasaban las mañanas tirados en la calle esperando que alguien pelara una naranja y tirara la corteza. Tenían que cogerla antes que cayera al suelo para evitar que se manchara puesto que sería lo único que comerían ese día.
Esperaban el domingo con ansiedad pues su madre, viuda, servía en casa del cacique del pueblo y para los señores e invitados cocinaba una paella. Con un poco de suerte con las sobras podrían comer ese día. Su madre, a escondidas, les daba un bocadillo con ese arroz sobrante. Había de pasar el tiempo para que Antonio le pusiera nombre a lo que su madre sentía en esos momentos: humillación.
Por la noche al ir a dormir los dos hermanos se untaban la nariz con una barra de chocolate que guardaban celosamente. Inmediatamente la volvían a guardar y se acostaban.La liturgia de untarse la nariz les ayudaba a dormir. El olor del chocolate engañaba a sus estómagos.
Ahora, pasados los años, tras una partida de golf, se dispone a comer en el restaurante. Cuando pida el postre sus amigos ya sabemos lo que pedirá.
Esperaban el domingo con ansiedad pues su madre, viuda, servía en casa del cacique del pueblo y para los señores e invitados cocinaba una paella. Con un poco de suerte con las sobras podrían comer ese día. Su madre, a escondidas, les daba un bocadillo con ese arroz sobrante. Había de pasar el tiempo para que Antonio le pusiera nombre a lo que su madre sentía en esos momentos: humillación.
Por la noche al ir a dormir los dos hermanos se untaban la nariz con una barra de chocolate que guardaban celosamente. Inmediatamente la volvían a guardar y se acostaban.La liturgia de untarse la nariz les ayudaba a dormir. El olor del chocolate engañaba a sus estómagos.
Ahora, pasados los años, tras una partida de golf, se dispone a comer en el restaurante. Cuando pida el postre sus amigos ya sabemos lo que pedirá.
Muchos obesos de los años 80 fueron los niños famélicos de los 40. Ahora los servicios sociales roban a sus padres a los niños gordos(En Asturias ya hay dos casos)y los ponen a dieta. uhm-chocolate. Por cierto,la madre pianista de un cliente me corroboró tu recomendación Traviata-Callas-Kraus-Lisboa-58. Está en Amazone por 32 dólares y supongo que en más sitios. (no hará falta matar para conseguirla)
ResponderEliminarY me ha gustado el microrelato. Y no dudo que un niño que es capaz de posponer el placer y la recompensa a tan corta edad se haya hecho merecedor en la edad adulta de suculentas comidas, clubs de golf, palacios y viajes exóticos, o quizás, por el contrario, ahora debería dedicarse a amasar dinero y a rehuir el placer y la recompensa.
ResponderEliminarJavi, de ópera, lo que yo te diga, amén. Cuando oigas a don Alfredo cantar "De miei bollenti spiriti", agárrate.
ResponderEliminarMe interesa mucho tu opinión , por razones obvias y me agrada que no te haya disgustado mi relato. Gracias.
Un abrazo.
Desde la ventana. Sean, descubro un tu relato una gran sensibilidad que no sensiblería. Lo mismo es que eres un "hombre bueno". "Me cague en to".
ResponderEliminarAy, Thornton, es que el chocolate tiene muchas propiedades terapéuticas, tanto para el cuerpo como para el alma. Bonito relato.
ResponderEliminarThornton, el hambre es muy mala, sólo tienes que ver a los que se ponen de régimen que lo primero que pierden no es agua sino la cabeza.
ResponderEliminarMe vas a permitir que haga como el amigo Serrano y me extienda un poquito más.
En el edificio donde ahora se encuentra el museo Ramón Gaya, vivía una familia que tenía en su casa un altar y recuerdo que el cura párroco, don Antonio, escogía siempre a uno de los monaguillos, que la mayoría de las veces era yo, para ir a decir misa. Como premio me daban una onza de chocolate y una mona.
Yo no pasé hambre, no eran los cuarenta, eran los sesenta, pero esa onza sabía a gloria.
Un abrazo
¡Muy bueno Thornton! Evocador. Moderno. Entrañable.
ResponderEliminarMi hijo suele "untar" el arroz de la paella en pan.
Estos, para muchos, son otros tiempos. Afortunadamente.
Después de ver tus estupendas fotos, salgo inmediatamente a comprar chocolate.
Enhorabuena.
P.D.: He visto la película “Despedidas” de Yojiro Takita . No os la perdáis. Eso es profesionalidad por el trabajo y vocación por el chelo.
ResponderEliminarOtro abrazo.
Qué relato tan dulce Thornton. Me ha encantado eso de untarse la nariz con chocolate. Lo cierto es que el chocolate es capaz de crear muy buenas historias porque representa lo nostálgico de la infancia y el secreto placer prohibido de la madurez.
ResponderEliminarHas abierto ese rinconcito del cerebro donde pone chocolate. Ya estoy esperando cerrarlo con una onza que tengo en casa. Por cierto como los suizos nadie. Un abrazo maese Thornton.
Serrano, gracias por el piropo. El otro día me dijeron: "pase buen hombre", vas a tener razón.
ResponderEliminarUn abrazo.
PMM, sobre todo para el cuerpo . Bonito comentario.
ResponderEliminarUn abrazo.
Está bonico el relato. Qué digo bonico: está muy bien escrito. De arriba a abajo, se lea como se lea. Tiene unas cuantas imágenes de impresión: los bocadillos de restos de paella, los niños esperando a que tiren las cáscaras de las naranjas, el esnifeo del chocolate por las noches...
ResponderEliminarThornton, sinceramente, lo considero bueno pero corto. Creo que te da más de sí, ¿no lo piensas tú?
Dulces abrazos de chocolate.
Farallón, siempre ando con el régimen a cuestas y, efectivamente, lo primero que se pierde es el buen humor. swedfghjklñ´ç (esto lo acaba de escribir mi nieto).
ResponderEliminarYo sigo merendando todas las tardes pan y chocolate, como siempre. Me gusta cómo has relacionado las dos entradas, la de monaguillos y chocolate, eres un artista.
Un abrazo.
Un abrazo.
Blanco, gracias por tus palabras, ya sabes lo que las valoro. No todos conocen aquellos ominosos años, pero ya ves, jugando al golf.
ResponderEliminarUn abrazo.
P.D.El chocolate es bueno para el corazón.No te prives.
Farallón, ya sabes que recientemente has sido nombrado Director de la Filmoteca Thornton, tus opiniones serán tenidas en cuenta por todos los miembros de este desprestigiado club.
ResponderEliminarUn abrazo.
Carlos, dulce, lo que se dice dulce, no parece que sea el relato. Lo iba a titular "Hambre", fondo gris y fotografías, en blanco y negro, de niños de la postguerra. El chocolate lo endulza todo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Isabel, creo que el tamaño en el blog, sí es importante. Pretendo que todas mis entradas estén bautizadas con una sola palabra y que no excedan de una treintena de mini renglones.
ResponderEliminarEl relato, como habrás adivinado, me lo han relatado en primera persona y daría para escribir una novela. Lo más sorprendente de este personaje es la ausencia de rencor. Al contrario, se ha colocado en el pelotón de cabeza y es uno más de esos empresarios de éxito. Qué buena historia para un buen escritor, no para un escritor de éxito.
Besos preprimaverales.
Desde la ventana. Vuelvo a leer la entrada. Sin palabras. Blanco: evocador. Me sobró con Smoke para tener presentes tus opiniones.
ResponderEliminarSean, sin detalles.!No jodas!.
Hola Thornton,
ResponderEliminarHoy es viernes, día de ir a trabajar, pero por aquí el cielo nos ha bendecido con una nevada y han cerrado las escuelas. Yo creo que después del chocolate lo que más les gusta a los niños es un día sin escuela.
Tu historia me ha hecho recordar una historia que escuché contar a Ana María Matute. Hablaba de la guerra civil en Barcelona, de las bombas y el hambre. Un día iba caminando con su hermano, cuando de pronto descubrieron el cadáver de un soldado tirado en un escampado. El soldado llevaba en la mano una tableta de chocolate y Ana María, niña al fin, pensó: "Mira, no le ha dado tiempo de comerse el chocolate".
Qué continencia la de estos niños!, yo el hambre y la infancia la relaciono más con las trastadas de Lázaro o las de mi padre.
Serrano, no te cortes con los elogios, ¿qué es eso de sin palabras? búscalas y escríbelas.
ResponderEliminarEscribe 100 veces: "no volveré a decir no jodas".
Un abrazo.
Ms. Frutos, a mí los días sin escuela siempre me han encantado, de pequeño y de menos pequeño.
ResponderEliminarAfortunadamente esos tiempos ya pasaron...para algunos. Ya he comentado, precisamente a Carlos, que iba a titular la entrada: "Hambre", y por desgracia es un tema muy de actualidad en otras latitudes.
Un abrazo y abrígate.
Leyendo sus comentarios en el acostumbrado sosiego de este club, no he podido evitar el recuerdo de un poema escrito por un amigo murciano. Tengo su permiso para reproducirlo aquí aunque no para revelar su identidad. Quienes lo conocemos sabemos de su proverbial timidez y humildad.
ResponderEliminarÉXODO
De niño sólo tienes la piel de chocolate
y el pasado pequeño.
Lo demás es antiguo como un olivo seco.
Es antiguo tu miedo y vieja tu miseria.
(Por lo menos seis años de miseria).
Y son viejos tus gestos y ese andar arrastrando
las noches de terror y desamparo.
Definitivamente huérfano, perdido,
universal y solo,
vas huyendo.
Ya no juegas al juego que mata.
En la frente,
la manta horizontal de la esperanza
y la distancia azul de los relieves.
A la espalda,
un rechinar de hostiles dentaduras
y un metálico enjambre de machetes.
Y tú,
mi niño negro,
paso a paso,
con el cansancio blando que averiguo
metido entre la piel y el esqueleto,
escapas del abismo.
¡Que se te han vuelto locos los mayores!
¡Que se empeñan en pudrirse en las cunetas!
Y son lecho nupcial de los insectos.
Te acercas a un cadáver con un palo.
Le quitas los zapatos.
Y juegas a espantarle de los huecos
las moscas
y ese miedo de pobre contra pobre,
de muerto contra muerto.
No hay juguetes en esta soledad de la galaxia.
Juguetes son las sombras,
o el viento,
y un instante el reflejo
de tu vientre redondo
en el agua.
Cuando nadie te salva;
ni mamá te adormece,
ni papá te acaricia la piel de la frente,
yo te escribo.
Y te pido perdón porque tengo vergüenza.
Solamente te escribo.
Cada vez que me lavo,
te nazco.
Cada vez que me duermo,
te mato.
De niño sólo tienes la piel de chocolate
y el pasado pequeño.
Me he quedado sin habla con el poema transcrito. Un "bravo" muy sentido para su autor. Es precioso, como los terribles ángeles de Rilke.
ResponderEliminarMiguel, transmite mi enhorabuena a su autor.
Thornton, no te excuses con el blog. Al margen de él, los escritores de éxito escriben relatos largos y novelas.
Sí que es sorprendente la falta de rencor de ese amigo tuyo, porque no es lo habitual en el ser humano. Quizá, por ello, ha llegado tan alto. El rencor, la tristeza y la rabia matan por dentro y, con un muerto a cuestas, pocos logros se pueden conseguir.
Muy triste pero lleno de belleza.
ResponderEliminarLas imágenes que has puesto de chocolate me han hecho babear.
Miguel, como mínimo ya te debo dos, la "Silene pendula"(fuiste el primero) y este bellísimo y desgarrador poema, dale a tu amigo las gracias, el poema le da más sentido a mi texto.
ResponderEliminarMiguel, no dejes de pasarte por aquí, se te espera.
Un abrazo.
Isabel, así lo entendió Antonio, si el hambre no lo había destruido, no lo haría el rencor. Amenazo con una segunda parte, tú lo has querido.
ResponderEliminarBesicos preprimaverales.
Recuerdos, cómo me gusta tu primer renglón, lo leeré varias veces. Gracias, eres muy amable... y laminera.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tu relato me ha recordado las tiras de Paracuellos de Carlos Giménez que leí el verano pasado en la edición que reúne los seis volúmenes bajo el nombre de Todo Paracuellos. En él cuenta el autor sus experiencias (y las de sus compañeros) en los hogares de la Obra Nacional de Auxilio Social.
ResponderEliminarSoy un adicto al alcaloide que contiene. Me lo administro en pequeñas "diocesis" acompañando al café nuestro de cada día. Mi preferido es el doble cero, más conocido como 99% de Lindt. Al tratarse casi de un fármaco, se recomienda colocar una pequeña porción bajo la lengua y dejar que se diluya poco a poco, igual que la cafinitrina. Las variedades mixtas con naranja o con chile también me gustan mucho, pero éstas, a palo seco.
¡Humm!
¡¡¡Qué rico!!!
ResponderEliminarEl pan con chocolate, qué placer...Yo tomaba chocholate "Elgorriaga" que comprabamos en el economato. Recuerdo que para que durara más metiamos las onzas entre el pan...y el último bocado era ¡¡hummmm, delicioso!!...
Nunca me gustó el colacao; una onza de chocolate disuelto en la leche fría o caliente era realmente sabroso.
Todavía conservo un albúm de cromos que salían en las tabletas del chocolate vasco y aún huelen. Eran unos cromos con monumentos de toda España, y no veas cómo viajé yo sin salir de Murcia...Alguién se acuerda o ha tomado bocadillos de pan,aciete y azucar....Yo sí y estaban riquisimos...
Dile a Farallón que no puedo visitarlo su perfil no me da la dirección correcta......Gracias y muchos besicos con sabor a chocolate....
Mobesse, pobres zagales, los de las tiras de Carlos Giménez y Antonio y su hermano. He tratado de no ser sensiblero pero la historia se las trae.
ResponderEliminarVeo que eres un sibaritón, qué buen jubilado vas a ser (123 días), tomo nota de tus recomendaciones lamineras.
Un abrazo.
Cabopá, pareces una de mis hermanas. Nosotros también tomábamos Elgorriaga, también metíamos las onzas dentro del pan y también he comido pan con aceite y azucar. ¿No te llamarás Juana, Merche, Ana, Mª José o Teresa?
ResponderEliminarBesicos.
Chocolate con aceite y sal, Thornton, eso es tu club. Delicias en tamaño reducido.
ResponderEliminarSalud.
Quisque
Ay profesor, mi nombre está en el blog...sin el mari...je,je,je. Cómo en bachillerato cuando antes de empezar el examen había que poner: nombre
ResponderEliminarapellidos
curso,número,clase.
fecha y grupo
Preguntas: 1)......10)
Respuestas.......sin cambiar el orden
Y no se olviden de firmar, señoritas....
Como no soy una de tus hermanas, a lo mejor me quieres adoptar....
Bueno me conformo con ser un poquito de tu club
BESICOS.
Cabopá, pan y chocolate para merendar…..pan, aceite y azúcar…..y a jugar a la calle.
ResponderEliminarNo tengo blog, lo lamento pero dispongo de poco tiempo para Internet.
Un abrazo.
Gracias, Thornton, por tu hospitalaria acogida y discúlpenme todos por integrarme en la tertulia sin siquiera presentarme. Me colé de rondón en este club atraído por las flores que anuncian la primavera y definitivamente cautivo en el aroma de los recuerdos y el chocolate bien hecho. Permitan que ocupe la butaca que queda libre en el rincón junto a la ventana y los libros.
ResponderEliminarA sus pies, señoras...
Caballeros...
Miguel Miranda
Quisque, te he dejado un recado en tu blog, estoy algo desasosegado.
ResponderEliminarSalud.
Thornton.
Cabopá, Carmen, no me importaría adoptarte como hermana, donde comen once... Pero tener seis hombres, seis inútiles, como hermanos es para pensárselo, tú sabrás.
ResponderEliminarNo eres un poquito de este club, eres un muchito, que lo sepas.
Besicos.
Miguel, no es mala mesa. Como ya dije no existe mueble más bello que una ventana y si está junto a una buena biblioteca, miel sobre hojuelas. Tendrás como vecino de mesa a "El Serrano", un antiguo miembro del desaparecido Club Pickwick, ahora anda todo el día mirando por la ventana en busca de la primavera. Haré que os sirvan una botella de champagne para celebrar tu llegada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Dicen que el chocolate es uno de los pocos alimentos que genera endorfinas, sustancias que produce el organismo para sentir felicidad...
ResponderEliminarPienso en esos niños engañando a su cerebro a través de su olfato, posiblemente uno de los sentidos más evocadores, a la altura de tu relato.
Un abrazo.
Is@Hz, qué de noches en vela por tener sus estómagos vacios, pobres críos. Cuando lo veo, ahora, con un hierro 4, dispuesto a golpear su bola Stratta, el que sonrie soy yo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Thornton!
ResponderEliminarTerribles tiempos esos, pero también bastante educativos en algunos aspectos: ahorro, responsabilidades, nada de caprichos...
Las meriendas de mi infancia son de una década y pico después. Pan con una o dos jícaras de chocolate Rilchoc y oyendo "La Ballena Alegre", que pa' eso mi hermano y yo éramos socios. Y a pesar de la ideología implícita, me sirvió para leer libros maravillosos, como Rasmus y el vagabundo (a quién le dediqué una entrada hace unos meses)
Muchos besos, una gozada visitarte
Virgi, hemos caído en el otro extremo, pero para esa gente que pasó hambre me da la impresión que no fueron tiempos muy educativos. Gracias por la visita.
ResponderEliminarUn saludo.
P.D. Qué buen blog tienes, cuánta sensibilidad.
¡Este blog es camaleónico cambia de color, de título y de foticos.....¿ Se puede saber que has hecho con ese chocolate tan rico..?
ResponderEliminarEs verdad que estas nuevas fotos y el color gris dan mucho juego con el relato.Si, señor profesor....Un besico de sábado por la tarde y ventoso.
Has descrito muy bien el hambre de ayer, pero la de hoy es mucho peor. Y para explicarme voy a dar por buena la odiosa frase "Occidental blanco no pasa hambre". Resulta verosímil pensar que los hambrientos de entonces acabarían jugando al glof, pero dime dónde acabaremos los ahítos de hoy cuando no seamos capaces de igualar el par del campo al acabar el hoyo dieciocho.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte y felicidades por esta entrada que, igual que siempre, me sugiere mil reflexiones, como veo que también sucede con todos los comentaristas que te visitan y que tan brillantemente las expresan.
Cabopá, (Carmen), el chocolate me lo he comido yo. Los fines de semana me salto el régimen y me convierto en Don Apetito.
ResponderEliminarEl cambio de color y de fotografías es un pequeño experimento que una vez concluído, comentaré.
Besicos preprimaverales.
Thornton, (Manrique).
Jose, creo que el caso de Antonio es una rara excepción. Además, no he contado que es handicap 6, que juega al golf como los ángeles, campeón del Torneo Cartier, entre otros.
ResponderEliminarHoy, mucha gente aíta acaba en el psiquiatra.
Gracias por pasar y por estar ahí desde que se abrió el club.
Un abrazo.
No se si puedes experimentar la ternura que me has trasmitido en tu entrada. Preciosa, enhorabuena. Había escrito un comentario pero lo he perdido y no puedo dejar de hacer este otro. Me he despistado un poco porque lo había leído esta mañana y cuando he entrado hace unos minutos creía que lo habías pasado y no te podía hacer el mío. Lo del hambre, no lo he padecido, todo lo contrario a pesar de pasar de los cincuenta y...Ya te puse en un comentario que gracias a mis tios tengo dos pequeños-grandes vicios :el cine y el chocolate.
ResponderEliminarAh! mis amistades ya saben que antes de las comilonas siempre miro la carta de los postres, "algo de chocolate" a pesar de estar pensando con las dietas y...explico las fracciones en clase con...tabletas de chocolate.
Gracias otra vez por la sensibilidad de tu entrada.
Un abrazo
Pedazo de crónica has escrito Thorton, mientras leí mi entusiamo crecía y mis recuerdos se actualizaban.
ResponderEliminarRecuerdo unas chocolatinas rojas muy finitas, ummm que ricas estaban cuando las comía con con un "panet de viena".
Trades de merienda mirando la tele, seguro que nadie se acuerda de Valentina, yo sí
Mis hijas también untan el pan cuando comemos arroz.
Me han salido de vida estas niñas...
Marta, gracias por tus generosas paraules. Eso de explicar las fracciones con tabletas de chocolate es genial. Porque me pilla jubilado que si no...
ResponderEliminarUn beso preprimaveral.
Madison, esas chocolatinas serían Nestlé, con sus cromos de las maravillas del mundo. El pan de viena y el chocolate, eso es pecado, pecado mortal.
ResponderEliminarYo veía a Valentina pero con mis hijos, que tú eres una chiquilla. Dale un abrazo de parte de Thornton a ese pedazo de hijas que tienes.
Un beso o una tableta de chocolate, a elegir.
Es una pena que aquellos muchachos sólo pudieran pasarse el chocolate para recordar el olor pero es estupendo que ahora puedan disfrutar de todo lo que les apetezca, sus amigos , sus partidas de golf... y que lo puedan terminar con la revancha del chocolate.
ResponderEliminarLa verdad es que el chocolate ayuda a una gran mayoría, yo siempre gano con él. Mis anécdotas con el chocolate son innumerables.La primera vez que empecé a hacer una dieta muy, pero que muy en serio fui con amigos a un espectáculo y después... a una chocolatería.Pidieron una fondue de frutas y choco.Me pedí un poleo.Sin comentarios.
Bona nit, aquí me tienes con tabletilla de choco puro.
No me entristece ese niño famélico que ahora juguetea con la opulencia, sino el dramático destino de la pobre madre que -a buen seguro-nunca llegó a pisar el green.
ResponderEliminarSalu2
La barrita de chocolate me ha dejado patidifuso. ¿Puede un niño realmente tener la fueza de voluntad de engañar el estómago de esa forma? ¿Seguro que la barrita de chocolate llega intacta el día siguiente? Me ha noqueado mucho, porque de una u otra manera, había recursos que debían emplearse para poder conciliar el sueño. Estos día me leía con el Lazarillo, que cada dos o tres años vuelvo a él por motivos laborales, y siempre hay algo que resulta nuevo (como en el Quijote o La Celestina): Lazarillo dice justamente eso, que con hambre es muy difícil poder dormir. Por eso me ha sorprendido la historia de ese pequeño Lazarillo que acaba jugando al golf. Un abrazo.
ResponderEliminar"no volveré a decir no jodas"
ResponderEliminar"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
"no volveré a decir no jodas"
............
y centum
"no volveré a decir no jodas"
Marta, las dietas nos matan, son un engañabobos. "Comer de mucho, poco", ese es el secreto para adelgazar y no enfermar. La teoría me la sé, pero...
ResponderEliminarUn abrazo.
Tordon, el miembro más antiguo del club, el que pisó la nieve recién caida, qué placer volver a leerte.
ResponderEliminarQué certera observación, yo he pensado en esa madre cientos de veces, en todas aquellas mujeres que pasaron lo suyo.
Un abrazo.
P.D. Ahí sigo, esperándote.
Parece que, por fin, voy a tener compañero. Miguel, desde la ventana te doy la bienvenida.
ResponderEliminarThornton, nada de champagne: quinticos de estrella con almendras marconas.
Sean, ¿cómo veías a Valentina? !Sátiro!. Poco a poco nos vamos retratando.
A mí también me daban de merendar pan y chocolate. Lo recuerdo "terroso", de mala calidad. Recuerdo que el que comía lo fabricaban en la Era Alta. Haré memoria y recordaré la marca o el fabricante. Tengo hermanos y cuñados mucho más viejos que yo.
Me quedo con los bocadillos, que todavía consumo, de "miga de atún". (Como soy un glotón: Con una pera de tomate de bote. In-su-pe-ra-ble).
Sean, ya da mucho un texto si es evocador.
Ramon, ese niño sí. Gracias a esa fuerza de voluntad salió de aquella pesadilla reforzado. Por desgracia los superniños no abundan y esta historia es tan excepcional como real.
ResponderEliminarUn placer leerte, Ramon.
Un abrazo.
Isabel, también puede ser melocotonero. Te prevengo. En las tiendas de plantones, que ahora se llaman garden o algo parecido, son muy pillos. De culquier modo en su casa está.
ResponderEliminarOtra cosa, Isabel, no podemos poner en cuestión nuestra cultura occidental: LA MARCONA ES LA MÁS CARA, LUEGO ES LA MEJOR".
Sean, !gambita roja!. Ostentación. Magnificencia exterior y visible.
Serrano, Valentina no era mi tipo, a mí me gustaba esa chica de la gimnasia, me resultaba muy erótico todo aquello que hacía.
ResponderEliminarMis hermanos y yo merendábamos pan y chocolate delante del aparato enorme de radio, oyendo cuentos, por cierto, uno de mis bocadillos favoritos lo empecé a tomar de zagal y hasta hoy: pan, tomate de bote y anchoas en aceite...voy a desayunar.
Un abrazo.
Serrano, la gamba roja de Denia, la rayada, bien vale que lo tachen a uno de ostentoso, estentóreo o incluso de gourmet, que es peor.
ResponderEliminarPara ti los quintos de Estrella y las marconas. Para mí, gamba roja rayada de Denia y Viuda de Clicot.
Un abrazo.
Serrano, pido perdón. Que el autor de este texto, mencione las gambas rojas y el champang, me parece cuando menos, obsceno. Dar lo dicho por no dicho.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola patrón del Thornton Club,solamente saludar al respetable y declararme un ferviente seguidor de tus entradas y los comentarios que suscitan.
ResponderEliminarSean,(con acento mexicano) tardaste media hora en arrepentirte, cobarde.
ResponderEliminarPero contesta, te lo han preguntado.
¿Qué fue de esa madre humillada? y añado: ¿Qué hizo ese hijo por ella? ¿Y de su hermano qué sabes?
A mí me interesa solamente la fabulación. Como eres el narrador lo tienes que saber.
Esto no puede quedar así.
Post data: tu confensión ut supra fue innecesaria. ¿Acaso crees que los escritores sacan los argumentos de su magín?
Me consta que en este club hay contertulios que escriben: decidme.
Chocolates Cuadrado, creo que se llamaban. Y para horror el de los frailes de la Luz. Saludos
ResponderEliminarFuencisla, te gustan las flores, hablas con el ico, te llamas Fuensanta, nena tu eres murcianica.
ResponderEliminarA mí personalmente me gusta otro chocolate que no es el de comer. Pero eso no tiene nada que ver con tu precioso relato.Leerlo me ha producido más placer, mucho más, que comer chocolate, tanto como fumarlo. Je, je, je...
ResponderEliminarpd. me encanta este club, no me cansaré de decirlo...
¡Camarero, un Rioja, por favor!
José Martón, gracias por esas generosas palabras, considérate en tu casa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Serrano, ya he comentado a Isabel, que este relato, tendrá segunda parte. Un poco de paciencia, han de visitarme las musas, me han de encontrar trabajando...
ResponderEliminarLos escritores no necesariamente escribimos sobre hechos reales, amigo Serrano. Acaso crees que Dante se paseo con Virgilio por el infierno y el purgatorio. Y no me vengas con que yo no soy Virgilio ni Dante, eso es baladí.
Un abrazo.
Fuencisla, imagino que Serrano te lo agradecerá. Gracias por pasar. Un saludo.
ResponderEliminarFarallón, respetemos la protección de datos. Gracias.
ResponderEliminarPepePereza, ese lado "canalla" que tienes y que tienen tus escritos me encanta. Tal vez porque yo siempre he sido domesticable, demasiado domesticable. Si volviera a empezar...
ResponderEliminarUn abrazo.
!Chocolates Cuadrado!
ResponderEliminarFuencisla, me has salvado de una buena.
(Todo sabéis que soy obsesivo).
Un hermano mío mantenía (creo que lo sigue manteniendo con rencor) que ese chocolate tenía esa textura porque lo hacían con ladrillo triturado.
Sean, me citas a gente que no conozco: Dante, Virgilio, el otro día, a Garcilato o Garcilaco. Para colmo haces referencia a sus viudas.¿Quién es Clicot?
EL relato era precioso pero veo que muchos somos de "otro mundo" ha sido hablar de chocolate y hemos llegado a las gambas de Denia, creo que tendremos que recopilar o terminaremos con aperitivos que nos hacen felices.
ResponderEliminarPor cierto Thornton ,has cogido ya "La elegancia del erizo"? Te recomiendo que leas las reflexiones de la niña de 12 años. De la gente pudiente y otras.
De todas formas me uno a las cervecicas y las almendras ( por lo menos aperitivo de diario)
Prepara pronto la segunda parte.
Un saludo
Serrano, Virgilio parece ser que tenía más afición a los muchachos que a las chicas, así que puesto a dejar, dejaría viudo.
ResponderEliminarLa viuda de la que te hablo es una viuda muy alegre, burbujeante y de agradable sedosidad. Te la presentaré.
Un abrazo.
Marta, tienes razón, somos de otro mundo.
ResponderEliminarAún no le he echado el guante al erizo pero se lo echaré.
Un abrazo, Martica.
P.D. Añado a la cerveza y almendras, una hueva de mújol.
Una buena apreciación la de Tordon. Seguro que esa mujer de destino castigado nunca pisó el green.
ResponderEliminarSerrano, me empieza a preocupar este almendro que a saber si es almendro o ha suplantado su personalidad. Creo que colgaré una foto en el blog para que los entendidos en flora me saquen de dudas. Aunque estoy convencida que es almendro. Y reitero en cuanto a sus frutos: la marcona, buena; pero últimamente me decanto por otra variedad que no empapa aceite y, encima, es más barata. No siempre lo más caro es lo mejor, sólo más caro. La diferencia de precio con la marcona es irrisoria por otra parte. Tengo la mala costumbre de comprar las almendras crudas y freírlas o asarlas por mí misma. Y digo "mala costumbre" porque, en esta casa mía, ya se han acostumbrado y no hay forma de librarse. Si un día las cojo envasadas, todo el mundo a protestar con que no es lo mismo. Unos malcriados todos. Por lo demás, Serrano, pinché en tu perfil pero no veo un blog donde llevarte este comentario. Por eso, abusando de la hospitalidad incuestionable de este club, ahí va.
Thornton, cuando te apetezca una viudita de esas que frecuentas, de etiqueta amarillo oscuro, no tienes más que decirlo. El sumiller responde. Y no reniegues del sibaritismo, que virtualmente no ofende.
Besos a todos.
Isabel, a ti la primera por la amabilidad con la que tratas. Me tratas. Aunque es cierto lo de los prunus, lo normal es que lo que tengas sea un almendro por lo de la etiqueta. Cuando están en leña es muy difícil diferenciarlos del resto de "sus primos". También es posible que sea un cerezo. Es un broma que me has seguido con destreza.
ResponderEliminarIsabel, en mis años mozos, tenía un profesor de química que nos explicaba con vehemencia lo que él llamaba "la ley del cuanti" : cuanti más caro mejor.
Sean, las mejores historias salen de la vida.
Ocurre que la vida muchas veces, las más, es incoherente y aburrida. Por eso necesitamos a gente que se atreva a contarlas.
Interesa tu texto. No es necesario saber de su madre y de su hermano.
Isabel, tu gente tiene razón, las almendras fritas en casa son mucho mejores.
ResponderEliminarNo suelo escandalizarme por nada, pero mencionar las rayadas de Denia y reincidir con la viuda alegre, precisamente en esta entrada, no sé, creo que me he pasado. No obstante si a la sumiller del club le parece que no ofendo, mucho mejor.
Un beso preprimaveral.
Serrano, de almendros no sé si sabes mucho pero de literatura eres un experto. Esa jefa, la rara, no sabe lo que tiene a su lado, yo te subiría el sueldo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Isabel, seguro que te recordarán con cariño también por tus almendras. En casa era mi padre el “obligado” a pasarlas por la sartén. Traía unos sacos enormes de marconas que los chiquillos pelábamos a golpe de piedra sobre un tocón. El sabor de aquellas almendras fritas por mi padre acompañará siempre su recuerdo. Ahí lo llevo conmigo en la memoria del paladar. No he probado otras iguales. Si acaso, una vez, en “La Sartenica” de Cabo de Palos nos acompañaron la caña con un platico de almendras cuyo sabor me devolvió a aquellas tardes felices de la infancia.
ResponderEliminarSerrano, ¿hace otro quinto con unas chullicas de mojama para acompañar a las almendras?
Señor Presidente Thornton, tu relato es impresionante y estremecedor.
ResponderEliminarNo conocía esta faceta de fabulador de historias. Ahóndala, que puede dar de sí. Humanidad no falta en la persona (para mí, algo esencial para coger una pluma, aunque sea virtual).
Un cordial saludo.
Miguel, mojama de almadraba, supongo.
ResponderEliminarIrene, eres muy amable. Estos piropos, viniendo de ti, son doblemente celebrados.
ResponderEliminarUn saludo.
Miguel, gracias por tu comprensión y apoyo. La historia que cuentas me ha reconciliado con mi faceta de freidora de almendras. A partir de este momento, sé que será mucho más placentera y recordaré a tu padre. Me esmeraré especialmente, porque bien sabemos quienes escribimos que unas de las mejores herencias son las que tiene que ver con el gusto y el olfato.
ResponderEliminarThornton, para ofender se requiere tener una consistencia de alma que, por fortuna, no te la calibro a ti.
Saludos a todos y aviso de que tengo colgado el almendro en mi blog (o el supuesto almendro). Al principio, en la columna derecha.
Farallón, siento desengañarte. Ni Fuensanta ni nurciana. Fuencisla, venida de Castilla La Mancha. Saludos.
ResponderEliminarDesde luego seguís dándole a las almendras. Tengo una duda, ¿sois la mayoría de Murcia?porque veo que me tendré que acercar a tomar el aperitivo.Reflexionando y fuera de bromas, si tuviéramos delante a esa madre que guardaba la comida para sus hijos...Por suerte los niños que tenemos a nuestro alrededor no pasarán esas penurias y podrán comer todas las clases de chocolate que les pongamos y nosotros estaremos para acompañarlos.
ResponderEliminarBesos
Marta, la madre guardaba la comida a escondidas, que era lo más humillante. El hambre sigue dando dentelladas no muy lejos de aquí. Pero eso es otra historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Isabel, voy a tu blog y de paso veré ese almendro, o lo que sea.
ResponderEliminarUn beso.
Fuencisla, he leído que tu nombre significa "La que da de beber a los demás". ¿Me equivoco?
ResponderEliminarUn abrazo.
Fuencisla, disculpa pero jugaba con un poema de Vicente Medina
ResponderEliminarA este club (Pickwick) le conviene el texto (Dickens).
ResponderEliminarSean, releo el relato y creo que no debías hacer segundas partes. O eres Dickens reencarnado o no resultará.
¿Y el "malasombra" del club? Si no existe, me presento voluntario.
Miguel, ¿sabes qué es una "josefa"?: prueba de murcianía.
Farallón, pregúntale a Fuencisla que cómo sabía lo del chocolate Cuadrado de la Era Alta.
Tornton, aciertas con el significado. Veo que te manejas con el Latín. Le das a todos los palos.
ResponderEliminarFarallón no te disculpes, por favor, sería un honor. Gran Vicente Medina. Saludos.
ResponderEliminarSerrano, petición denegada. Me he comprometido y soy un hombre de palabra. Habrá segunda parte.
ResponderEliminarPetición denegada, también, en cuanto a lo del "malasombra". En este club no hay ningún malasombra. De todas formas, tú no podrías serlo jamás aunque quisieras.
Un abrazo.
Fuencisla, cuentan que un día apareció Borges acompañado de su madre en la librería Pygmalion de Buenos Aires y pidió unos libros de anglosajón que había encargado. La madre de Borges se impacientó. "¡Ah,Georgie", dijo."¡No sé por qué perdés el tiempo con el anglosajón en lugar de estudiar algo útil como el latín o el griego!".
ResponderEliminarUn abrazo.
¡¡¡Muchas gracias profesor!!!
ResponderEliminarTengo algunas parecidas con la bahía de Portmán por un lado y por el otro Calblanque...
Es todo un detallazo y me siento muy emocionada...Uf, un poco aturdida y más que agradecida...
BESICOS GRANDES
De nada, Cabopá. El agradecido soy yo, por el tamaño de tu última frase.
ResponderEliminarUn besico, casi, casi, primaveral.
Vuelvo al club de nuevo para dejar unas palabricas escritas para no decir casi nada....
ResponderEliminarCuesta tanto trabajo llegar hasta aquí,este si no se mete nadie por medio es el comentario número 99. Así que amigo profesor,tuyo es el 100.¡¡¡ Premio!!
Para Thornton:
ResponderEliminarMe va este club y todas tus entradas. ¿Tendré algun lugarcito donde sentarme?.
Besos, besos y más besos.
No tenéis descanso, ¡el número 100! desde luego sería para grabar una tertulia y no virtual entre todos los que entramos, pero, estoy esperando la segunda parte a pesar de los consejos que te dan para que no la hagas.Si hubieses dejado las fotos del chocolate no sé lo que hubieran dado de sí. Ya tengo que pedir asesoramiento con el latín, por favor,esperaros al griego.
ResponderEliminarBon dia per a tots.
Cabopá, es el primer comentario que haces sin mandar tus ya tradicionales "Besicos".
ResponderEliminarBesicos.
Ana, estás en tu casa. Te prevengo, este es un club de dudosa catadura. Tú sabras.
ResponderEliminarUn saludo.
Marta, habrá segunda parte, pero de momento daremos un descanso a Antonio.
ResponderEliminarNo quiero que parezca que me manejo con el latín. Lo mío es el castellano y gracias.
Un abrazo.