sábado, 20 de septiembre de 2014

ENVIDIA

LE PREGUNTARON AL COCINERO Santi Santamaría qué no se comería jamás y contestó que a un envidioso. Los detecto al momento, soy un experto cazador de envidiosos. La verdad es que no es difícil, se reconocen a primera vista: Flacos y de color amarillo, porque muerden y no comen, que decía Quevedo. Ya saben lo que les espera a todos ellos: irán al purgatorio y les coserán los párpados con alambre; lo leí en La Divina Comedia: “... que un alambre sus párpados perfora y cose”.

Toda mi vida he sentido cerca,  muy cerca,  la envidia. Ya sé que suena pretencioso, pero es así. Sería por la muñeca de oro que me regaló el cielo y que me permitía ser el máximo anotador de todos los partidos de basket que disputé. Sería por ese drive que me proporcionó tantas victorias en la pista de tenis. Sería por ese pedazo de familia que formamos Pilarica y yo. Sería por disfrutar de tantos hermanos y amigos. Tal vez mi parecido a Alain Delon... no lo sé, lo que sí puedo asegurar tranquilamente son dos cosas:

- Que  jamás envidié a nadie y que ya nadie me envidia.










2 comentarios:

  1. Creo que de todos los pecados capitales hay dos absolutamente insaciables: la envidia y la codicia.
    Peor para envidiosos y codiciosos. Para mi, prefiero la gula y la pereza, aunque esta última no me la admite el cuerpo.
    Y prefiero mi rinconcito aldeano "ni envidiada ni envidiosa".

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  2. Gracias, MªJesús por tu comentario. No te veo yo muy perezosa que digamos: podas, fumigas, abonas... y en los ratos libres te echas al cuerpo unos cientos de alumnos.

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