CUANDO YO ERA un crío celebrábamos el día de la madre y el día de los enamorados. Ni
siquiera los padres gozaban de ese recordatorio por entonces. Menos aún se dedicaba
un día a las mujeres rurales o a la preservación de la capa de ozono. No
existía el día del árbol, ni el día del agua, ni el del inventor, ni el
dedicado al silencio que apunta Andrés Trapiello.
Aquella
Virgen de Murillo que le regalaba todos los años a mi madre no ha desaparecido de mi memoria: “A la madre más
buena del mundo del hijo que más la quiere. Manrique”. Qué imaginación.
Tampoco
olvido que por estas fechas echaban en TV la película "El día de los enamorados",
con un espléndido Tony Leblanc, una jovencita Conchita Velasco y el San
Valentín por antonomasia: Jorge Rigaud. Aquellas miradas dirigidas al cielo en
busca de la ayuda divina eran propias de un actor de categoría.
Aquí les
dejo un breve testimonio de aquellos días. Es un vídeo -de poco más de un
minuto- solo apto para sexagenarios un poco horteras.