miércoles, 10 de noviembre de 2010

ITACA

Con permiso de Cavafis

El otro día recordé una frase de la película La Dolce Vita. Un hombre, algo mayor que yo, le decía a Mastroianni: ¿Cree que un hombre de mi edad puede vivir sólo de recuerdos? Yo vivo de proyectos.


Como todos sabemos, sentirse joven es estar medianamente bien de salud y tener proyectos en la cabeza. No es necesario que estos proyectos tengan alguna utilidad, antes al contrario, cuanto más peregrinos sean, mejor.
La vejez es el tiempo de la sabiduría inútil. Leopardi escribió en sus Cantos: Bobo que lo útil busca/ Y no ve que la vida/ Por tal motivo se hace más inútil.

Conozco a unos octogenarios -¡veinte años mayores que yo!- que se han echado a la mar en busca de un barco que, según dicen, naufragó hace dos siglos frente a las costas de Gandía. Aseguran que está ahí, en las profundidades del Mediterráneo, y que guarda un tesoro en oro y piedras preciosas.

Como en su día leyeron a Cavafis, aprendieron a viajar sin temer a los Cíclopes ni al airado Poseidón. Emprenden su particular viaje a Itaca sin apresurar el viaje, esperando que el camino sea largo y que numerosas sean las mañanas de verano en que con placer, felizmente arriben a bahías nunca vistas. 
Es la tercera vez que lo intentan y estoy seguro de que habrá una cuarta, lo de menos es encontrar ese barco. El tesoro, ya sabemos, es el viaje.




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