viernes, 28 de octubre de 2011

ALTERNANCIA

Ya están aquí. Después de ocho larguísimos años dando tumbos, nuestra derecha volverá a coger la manija del país. Otra vez gobernarán aquellos alumnos que obtenían las más altas calificaciones. Nos pondremos, por fin, en manos de expertos en oposiciones: abogados del estado, notarios, ingenieros de caminos y demás empollones.


Ahora descenderán a los infiernos El País, la Ser, La Sexta, los indignados, los titiriteros, el matrimonio entre homosexuales y su cabalgata de colorines,  la memoria histórica y sus zanjas, El Gran Wyoming,  Gabilondo y mi cuñado Paco.

Y treparán al cielo La Gaceta, La Razón, La Cope, Carlos Cuesta y su Veo-7,  Intereconomía y su gato, Carlos Dávila, Horcajo, Herman Tertsch y mi cuñado Antonio.


Lo peor de todo es el mesecito que me espera con la dichosa campaña electoral y los listos de turno explicándomelo. Estos listos son unos enteradillos con pereza intelectual que abdican de su  raciocinio crítico y repiten servilmente aquello que dicen aquellos.

Son propagadores del argumentario de los partidos políticos. Unos pesados insoportables que te sueltan el rollo en cuanto te descuidas. Te los encuentras pontificando en la televisión, conduciendo un taxi o tomándose una cerveza a tu lado.


La macroeconomía no tiene secretos para ellos. Te hablan del peligro inminente de entrar en default,  de la deuda soberana global o de la prima de riesgo  como quien habla del tiempo.

Yo sé que no piensan. Una vez lo hicieron y les dolió la cabeza. Pena de gente. 

Aquí les dejo mi última superproducción, ¡Que vienen los rojos!




lunes, 24 de octubre de 2011

LA FEA BURGUESÍA

Hace unos días viajamos los cinco hermanos a Almodóvar del Pinar, provincia de Cuenca. Fuimos a visitar a un buen amigo que ha sido capaz -él solo-  de construir, piedra a piedra, una ermita, una torre medieval y un templete. Dicho así ya parece cosa extraordinaria,  pero  cuando estás ante su obra tomas auténtica medida de su hazaña.  ¡Homérico!


Allí, entre vino y vino, hice mención de una frase que había leído en La fea burguesía de Miguel Espinosa. Uno de los contertulios, que tiene ese libro como libro de cabecera, no la recordaba y puso en duda mi reconocida memoria.

Al regreso, me faltó tiempo para rescatar el libro de su anaquel -leja, decimos por aquí-  y buscar la cuestionada cita. No hace falta que les diga que allí estaba, en su sitio: En la vida de un hombre hay quince o veinte días que no le pertenecen. Son jornadas para enterrar al padre, a la madre, o para darse a sucesos de los otros. Ahora, espero impaciente a que me den la razón,  goce supremo de los mediocres.


Antes de devolver el libro a su privilegiado lugar de descanso  -disfruta de la vecindad de los libros de Pedro García Montalvo-  decidí leerlo otra vez. Volví de nuevo a encontrarme con Godinillo, Lanosilla y Lopecillo y a escuchar humildemente cuanto el gozante Camilo quiso decirme. 

En ocasiones así,  lamento profundamente no ser capaz de destripar un buen libro. Ya he reconocido en no pocas ocasiones que entre mis muchas habilidades no figura ejercer la crítica literaria. Me lo advierte el mismísimo Espinosa: sobre libros, ha de valorarse la opinión de aquellas personas tan altas que no precisan escribirlos. Y yo soy más bien bajito.

Dicen esos señores tan altos, que La fea burguesía es una crítica a la España del franquismo. Yo creo que no. La crítica que hace de forma certera y despiadada es a los valores burgueses,  a la ambición desmedida y a nuestra estupidez: ¿Habría yo de cenar con Cervantes? Otra cosa sería cenar con el presidente del instituto cervantino.

Es una sátira de esa escala de valores donde el éxito se sitúa en lo más alto y ese éxito no es otra cosa que poseer dinero:  Didio y Purita poseen vajillas de diversa calidad, que usan de acuerdo  con la categoría asignada al invitado; para catalogar los visitantes, calculan su dinero.
  
Para los que somos de por aquí, Miguel Espinosa es tan conocido y leído –así al menos debiera de ser- como el mismísimo Cervantes. Pero si por cualquier motivo no lo han disfrutado aún, no sé a qué esperan. Empiecen por La fea burguesía y después, Escuela de mandarines. Corran.