martes, 22 de mayo de 2012

PASEANDO CON FERNÁNDEZ


                                                         A Mariano Sanz                                                            
 Mariano Sanz, conspicuo miembro de la tertulia del Belluga y miembro, también destacado,  del club Thornton, me ha presentado por fin a su amigo Fernández y me ha dado la impresión que mientras me estrechaba la mano me ha etiquetado a simple vista como un churubito algo pedante. 

Siguiendo los consejos de Mariano lo invité a pasear. Al parecer es paseando como mejor reflexiona el bueno de Fernández. Tenía yo interés en conocer la opinión de este sabio autodidacta sobre el cacareado asunto de los recortes en la enseñanza pública y vean lo que me dijo:

-No sé, amigo Fernández, a qué tanto alboroto entre profesores por las medidas de austeridad adoptadas por nuestras autoridades gubernamentales. Por otro lado, tan necesarias.
-Todo lo que sea pringar más y cobrar menos siempre causará alboroto, amigo Thonto.
-Pero Fernández, qué más dará que en una clase haya 15, 30 o 40 alumnos. Mi abuelo era maestro y en su precaria escuela se amontonaban 60 pipiolos y no pasaba nada.  
-Claro, y mi abuela hacía tortillas de patata sin huevos y sin patatas. Eran otros tiempos, hombre de Dios. 
-De verdad cree usted, amigo Fernández, que a un buen alumno le afecta para su aprendizaje que en su aula haya más o menos compañeros.
-Vamos a ver, señor Thonto, por supuesto que a esos gorriones de la primera fila no les afecta tener detrás de ellos 30, 40 o 50 zanguangos. Pero esos otros chiquillos más torpes y en cuyas casas no tienen una mala enciclopedia ni una madre ingeniera que les resuelva sus dudas. Esos que necesitan una atención especial, esos, están mejor en clases más despobladas.
-Visto así… 
-Pues cómo quiere usted verlo, amigo Thonto.
-Thornton, me llamo Thornton.
-Pues eso.

Este Fernández, del que ya sospechaba yo que era un sujeto con mucho fundamento y mucha retranca, me recuerda aquel gobernador de Barataria con su lenguaje popular pero sin decir tonterías. Y, efectivamente,  no le he causado muy buena impresión. 
                                                                       
Al acabar el paseo nos reunimos con nuestro común amigo Mariano que platicaba con un tal Juan de la Cirila. Nos despedimos y cuando ya se alejaban los tres acerté a oír a Fernández que decía: Mariano, este amigo tuyo habrá leído mucho pero no se entera de na.

Mariano asintió con la cabeza y se alejó sonriendo.





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