DECÍA J.R.J. que la primavera tenía dos momentos: el
brote primero violeta y luego el brote verde. La anteprimavera es ese brote
violeta primero y aquí, en nuestra tierra, la anteprimavera es generosa y
madrugadora. Yo la detecto en cuanto florece la Silene en los bancales de la
huerta y en mi jardín de La Alberca.

Las silenes, además de hacer de heraldo de la primavera, me recuerdan dónde reparé por primera vez en el vocablo anteprimavera. Fue en el libro de Pedro García Montalvo Los amores y las vidas. Miren cómo escribe el jodio:
Decía Stravinsky que la eclosión de la primavera rusa es violenta. Nada más alejado de este concepto, con sus imágenes de brusco y floral desgarrón de húmedos bosques y estepas, que la lentísima aparición de la estación vernal en nuestra tierra. En la umbría mediterránea la sensación de su retorno se inicia apenas la hemos perdido, y la anteprimavera -por emplear un vocablo clásico de la poesía española- se convierte en la estación más larga y seductora del año. PEDRO GARCÍA MONTALVO. Prefacio de Los amores y las vidas.
No añadiré ni una coma. Si acaso, les animo a leer la obra de Pedro García Montalvo -El relámpago inmóvil; Retrato de dos hermanas; Una historia madrileña...- me lo agradecerán.