El licenciado Libruno
dicen que por varios modos
hizo un libro para todos,
no siendo para ninguno.
QUEVEDO
Bueno pues sí, quién me lo iba a decir: uno de mis relatos
acaba de publicarse en un libro de papel. En un libro de los de siempre. Con su portada, contraportada, solapas,
portadilla y con su
prólogo y todo. Miro el libro y leo en su portada: Varios autores. Y yo soy uno de ellos.
Ahí, en las páginas de ese libro -que no dejo de
mirar- está mi relato Chocolate. Ese pedazo de gloria que me
ha convertido en autor publicado. Mi naciente reputación literaria ha sido
celebrada con entusiasmo por mis amigos de tertulia y ya me interrogan acerca
de mi próximo libro. También se ha alegrado enormemente Pilar, que me pregunta una y otra vez cuánto dinero vamos a ganar con todo este asunto.
No termino de decidir dónde lo colocaré en mi
biblioteca. Entre qué dos autores. ¿Acaso debo de separar a Pedro García
Montalvo de Miguel Espinosa y colocar mi libro entre ellos como me pide el
cuerpo? Tampoco serían malos vecinos Borges y Bioy Casares. Por otro lado, al
ser un relato corto no desentonaría verlo entre Monterroso y Cortázar. Claro que ya puestos a elegir por
qué no junto a Virgilio o junto a Dante. Y así me paso las noches sin conseguir
pegar ojo y levantándome al día siguiente con el libro entre las manos y con
más dudas que al acostarme.
¿Saben lo que les digo?, -y ahora me pongo serio- que escribir
bien un poema, una novela o un pequeño relato, solo está al alcance de unos pocos elegidos. Los que no
hemos nacido escritores, los que llegamos a este mundo sin ese don, por más letras que pongamos en fila
y por más visitas que nos haga el coro de Apolo jamás seremos dignos de llamarnos
escritores.
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