domingo, 11 de noviembre de 2012

EXECRACIÓN



Ya me había acostumbrado a ver en la televisión imágenes truculentas mientras tomábamos un estupendo solomillo acompañado de un buen vino. Cuerpos irreconocibles esparcidos por la calle entre ambulancias gritonas –pásame la ensalada- y niños corriendo aterrados. A todo se acostumbra uno.

Sin embargo, aún no he conseguido digerir esas escenas de mujeres muy mayores llorando mientras las echan de sus casas a empujones. Las echan porque sus bancos se chivaron al juez que estas señoras  avalaron un préstamo a sus hijos y éstos no habían cumplido. El señor juez se chivó a la policía y le dio la dirección de estas pobres señoras. La policía, tan obediente ella, se ocupa de hacer el resto. A la calle a empujones. 



Estas imágenes me hacen execrar –a diferencia de la maldición la execración supone un sentimiento profundo de rencor- de la clase política. Los entresijos de los bancos y los mercados se escapan a mi inteligencia pero lo que nuestros políticos nos han defraudado –algunos en su primera acepción-, eso, que no me lo explique nadie.

Execro a esos políticos, auténticos depredadores de votos, que cuando están en la oposición su lema es Cuanto peor, mejor. Execro a todos esos rufianes enquistados en los partidos políticos que han utilizado la política para forrarse. Execro a todos esos sinvergüenzas que hacen que las obras públicas cuesten el doble de lo que debieran costar. Execro a estos hijos de puta que no se han conformado con sacar una pequeña tajada de nuestro pastel, es que se han hecho ricos para varias generaciones. 




Execro a ese concejal -tal vez me esté leyendo- que supuestamente gastó más de 40 millones de aquellas pesetas en redecorar sus casas a cargo de una empresa adjudicataria de obras de su competencia. Execro a ese alto cargo estatal -tal vez me esté leyendo- cuyo flamante BMW supuestamente durmió, la noche anterior de estrenarlo, en el garaje de un constructor al que concedió unas cuantas obras.

No quiero olvidarme de execrar a ese altísimo –también en estatura- cargo de mi comunidad autónoma que toma clases de pádel -al menos los martes y los jueves-  de 10 a 12 de la mañana. Lo hace en una pista vecina a la nuestra, donde jugamos tres jubilados y un parado. Su chofer hace las veces de fiel recogepelotas. Entre que se ducha, desayuna y se desplaza a su despacho, se le hace la hora de comer. Trabajará de noche. 

Execrable.






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