jueves, 20 de junio de 2013

LUCÍA

HACE ALGO MÁS de diez años tuve la suerte de encontrar entre los pupitres de mi clase a una niña sencillamente maravillosa. Educada, culta, sensible, inteligente... No exagero al decir que en mis cuarenta años de profesor jamás había conocido una alumna tan extraordinaria como Lucía, Lucía Rodríguez. A mitad de curso se marchó a su tierra, a Argentina, y nos dejó echándola de menos todos los días.



Al año siguiente tuvo la gentileza de escribirme desde Buenos Aires, de decirme que me extrañaba y que eran muchos y buenos los recuerdos que guardaba de mí.

Hace unos días recibí en mi Facebook una solicitud de amistad de una joven mujer. Simplemente decía que quería ser mi amiga. Acostumbro a pulsar el "sí" a todos los que se molestan pidiéndome una aprobación para figurar en mi lista de amigos y así lo hice también en esta ocasión. Al cabo de unas semanas volvió a escribirme y me reveló que era aquella Lucía Rodríguez  del instituto. Me decía que aún conservaba en un cajón los poemas y las "Frases de oro" que utilizábamos en clase y me preguntaba -con cierto temor- si me acordaba de ella.

Desde aquí te lo digo Lucía, nadie desde un pupitre me ha cautivado tanto como lo hiciste tú. Yo no te he olvidado desde entonces. Guardo aquella carta, guardo tu fotografía escolar y tu cuaderno de clase. Cuaderno que he mostrado curso tras curso a los alumnos como ejemplo de perfección. Te parecías mucho a mi hija Gloria y eso ayudaba también.

Este trabajo de enseñante tiene sus satisfacciones y ésta es una de ellas. Veo que ya eres profesora y solo te deseo que des con alumnos que se parezcan -aunque sea un poquito- a ti.

Un beso.




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